De haber perdido, el Valencia CF podía quedar esta jornada con solo un punto de ventaja sobre los puestos de descenso. Dramático. La acaba, sin embargo, mirando de nuevo al Sevilla. Esa es en esta Liga la diferencia entre convertir un par de ocasiones o no hacerlo, aunque también entre creer o no creer. Porque, tal como recordaba Marcelino al final, el partido llevaba camino de ser uno más de los muchos que su equipo no logró ganar pese a ser algo mejor que el rival y haber generado más ocasiones.

A diferencia de lo que vimos sin ir más lejos en Vitoria, hace solo dos semanas, o en Gijón, esta vez sus jugadores no perdieron la fe ni bajaron los brazos, buscaron la victoria hasta encontrarla. Se nota que el equipo sufre de pura impotencia porque le cuesta horrores hacer goles y ganar, se refleja en las caras, en la manera de celebrar esas pocas victorias que nos han regalado hasta ahora.

¿Es esto un punto de inflexión? Si al final resulta que lo es, cosa que solo se verá con el paso de los días, llega en un momento concreto y especial, en el partido que marca el inicio de una segunda vuelta en que el equipo está obligado a hacer borrón, empezar a ganar partidos y remontar. O sea, a seguir sufriendo, a seguir creyendo.

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