Hay muchas cosas que un entrenador puede desear, la Liga, la Copa, la Champions o un gran fichaje, pero no es ninguna tontería que Albert Celades pida precisamente salud al nuevo año al 2020, porque son las lesiones el mayor obstáculo al que se ha enfrentado desde que llegó al Valencia CF. Si analizamos todos los juegos malabares que ha tenido que hacer para poner un once en condiciones en cada partido, parece hasta imposible que los resultados hayan sido los que son. Y que, a partir de esa necesidad de aprovechar al cien por cien todos los recursos y competir, hayamos encontrado por ejemplo la explosión de Ferran Torres, que con toda la plantilla al cien por cien quizá no se habría dado.

Con sus errores y defectos, Celades ha demostrado que es de fiar, que no tiene problema ninguno en cambiar de registro si es necesario y bueno para el equipo, y sobre todo que sabe conectar con el futbolista de manera similar a como hizo en su día Zidane en el vestuario del Real Madrid, sin que haya que cogerse el ejemplo al pie de la letra.

La cuestión es que la gente, la misma afición que estaba con Marcelino sobre todo después de ganar la Copa y se indignó con la forma en que fue despedido el asturiano, encuentra ahora razones más que suficientes para estar a muerte con Celades. En realidad, la cosa nunca fue con él, y con el tiempo toda esa desconfianza basada en su casi nula experiencia en un club de élite se ha ido disipando a base de resultados y decisiones coherentes. Si le ponen solución al tema de la salud en esta segunda mitad de temporada y el club le trae ese refuerzo importante que se merece, ojo que todo está todavía en juego.