No sabría cuantificar el poder que tiene ahora mismo el entrenador en los fichajes del Valencia CF. Se supone que algo menos del que tenía Marcelino, pues una de las razones de ese despido, más allá de comerse unas fichas del parchís, era cambiar el modelo para que el entrenador no tuviera al menos por contrato el voto decisivo en los fichajes. Lo que sí parece claro es que Celades sabe lo que quiere y que el club está moviendo los hilos para que tenga lo que quiere. Fichajes aparte, esto se ve por ejemplo en la renovación de Ezequiel Garay.

Si el tema ha estado parado durante algunos meses no es porque el jugador criticara publicamente el despido de Marcelino, sino porque ha habido dudas por las dos partes. Las del central porque no tenía claro el plan después del terremoto del verano y las del club sobre todo en el apartado económico. Aunque Garay tendrá 33 años y 9 meses cuando acabe su actual contrato el 30 de junio, con carta de libertad tiene equipos para elegir y el Valencia CF sabe que no le puede pagar lo que ofrecerán otros. Como también que el futbolista no se iba a mover solo por dinero y, estando aquí a gusto, haría lo posible por no moverse.

Era, por tanto, un asunto a madurar antes de sentarse a negociar, que es lo que estaba previsto hacer antes porque el club quería renovarlo hace ya bastantes meses, y de esperar a que Celades, como así ha sido, acabara resolviendo con su gestión del vestuario las dudas, las de una parte y también las de la otra.