La sorpresa de Ferran Torres y el hecho de que pudiera incluso estar en la convocatoria para Mallorca, cuando ya parecía milagro que llegase al Barcelona, evidencia dos cosas, una buena y una que no lo es tanto. Empecemos por la buena, el Valencia CF. Hambre. La otra, la mala, el misterio que rodea determinadas situaciones médicas que se han producido en los últimos meses.

Un club de fútbol o de lo que sea, pero sobre todo de fútbol por las cifras que mueve, un club que compite en la élite no puede permitirse que sus futbolistas duden de sus servicios médicos, y con eso no quiero decir que Ferran dude, sino que ocurren cosas que a todos nos harían dudar. Ese departamento ha de ser uno de los más importantes de todo el engranaje y estar abierto 24 horas al día si es necesario. Las lesiones, los diagnósticos y los periodos de recuperación son puntos y victorias. Y son dinero.

Desgracias aparte, y es normal que las lesiones se produzcan a lo largo de una temporada, no sería nada atrevido decir que el Valencia CF estaría peleando por ganar esta Liga si desde el primer día hubiera podido contar con todos sus futbolistas a pleno rendimiento, cosa que no ha ocurrido ni de lejos en ningún momento. Solo hay que hacer números.