Cuatro días después de un ejercicio de impotencia como el de Getafe y con dos partidos a las puertas contra Atlético y Atalanta, no hay margen para otra cosa más que para mirar hacia adentro y ponerse las pilas. En la parte negativa, el equipo está muy roto en su columna vertebral, tiene bajas determinantes, la mayoría recuperables aunque alguna lamentablemente no. La solución no está fuera, si acaso en Barcelona, en la clínica del doctor Cugat.

Hay, sin embargo, parte positiva. En el vestuario hay mando y hay vergüenza, nadie está conforme con lo que se vio en el Coliseum. Lo mismo que todos los aficionados, no es ese el equipo que quieren ver, no es ese el equipo que quieren ser, sino el que conquistó el liderato del grupo en Amsterdam y el que se pasó por la piedra al Barça, a pesar de lo mucho que habían mareado a Rodrigo los días previos.

Esto, en realidad, es lo importante, lo que en otras épocas más o menos recientes no ha habido y así acabaron las cosas. Si el equipo no ha perdido la confianza el sí mismo, ahora es tarea del entrenador que esos mismos jugadores no pierdan la confianza en él. También el cuerpo técnico tiene que ponerse las pilas, esto es el Valencia hay que ganar, y cuando no se gana no puede ser por no haber peleado suficiente.