Por una simple cuestión de ética, ayer decidimos no publicar los nombres de los futbolistas del Valencia CF afectados por el positivo en coronavirus al menos hasta que ellos mismos, en el ejercicio de su libertad individual, decidieron compartirlo con el resto del mundo a través de las redes sociales. Creemos que, en un momento en que se apela a la responsabilidad de todos, todos los detalles son importantes y esto es lo que había que hacer, más allá es que nuestro deber es informar y para eso estamos aquí incluso en estas circunstancias especiales, desde la redacción o desde casa, tratando de llevarles a ustedes la mejor información posible también de fútbol y de todos los deportes a pesar de que todo está parado y veremos hasta cuándo.

Al final, y pese a haber tomado más precauciones que nadie y antes que nadie al menos en lo que respecta al fútbol español, después de haber soportado comentarios lamentables cuando un jugador no acudía a atender a la televisión que paga después de los partidos o el entrenador anulaba todas sus ruedas de prensa por una simple cuestión de precaución que era además en beneficio de todos, el club de Mestalla sale de momento muy mal parado con el asunto del Covid-19, después de que las pruebas realizadas confirmaran este domingo el contagio de cuanto menos tres futbolistas del primer equipo, Ezequiel Garay, Eliaquim Mangala y José Luis Gayà, además del médico Juan Aliaga y el delegado Paco Camarasa, aunque seguramente en las próximas horas serán algunos más.

Todo tiene una explicación y en este caso son muchas. Ningún otro club ha tenido tan mala fortuna ni ha sufrido de tal manera la lentitud con que se han tomado determinadas decisiones. Ningún club tuvo que desplazarse a Milán para jugar en un estadio sin ninguna restricción de público, ningún otro equipo se ha tenido que enfrentar dos veces a la Atalanta de Bérgamo, procedente del epicentro de la pandemia en Europa, y ningún otro club tuvo que jugar en Vitoria, en el estadio de Mendizorrotza y con aficionados en los graderíos, un partido que desde luego nunca debió jugarse, lo mismo que la vuelta de la Champions. Al menos la imagen de tranquilidad por ese aparente buen estado de salud que transmiten los futbolistas infectados, que hablan de su contagio y su cuarentena desde la más absoluta normalidad, sirve también para restarnos algo de ansiedad a los que todavía no hemos pasado por ahí, o creemos que no, porque seguramente antes o después nos tocará.