Lo bueno de que se haya detenido el fútbol, me dice algún amigo por mensaje, es que el Valencia CF lleva semanas sin perder un partido y sin encajar goles. Además, y para llevar mejor estos días de confinamiento sin competición, sin mirar cada domingo la clasificación porque siempre es la misma, las televisiones no dejan de ofrecernos esos partidos que tanto recordamos y que tanto tiempo llevábamos sin ver. No hay Liga cada fin de semana, pero esto es una fiesta permanente. Un día ganamos la Copa de La Cartuja con goles de Claudio López y Mendieta, dos días después le metemos cinco a la Lazio en la Champions y hoy sin duda le haremos un set en blanco al Real Madrid en Mestalla, en la que fue una de las noches más felices que el valencianismo ha vivido en las últimas décadas.

Hoy, cuando se cumplen veinte años de aquella victoria por 5-2 ante el conjunto italiano, traemos a nuestras páginas al que fue gran protagonista de un partido alucinante, de locura, el que lanzó definitivamente a aquel Valencia CF hacia su primera final de la Champions. Es, claro, Gerard López, futbolista al que la afición recuerda con enorme cariño a pesar de que su etapa aquí no fue muy larga, mucho menos después de la exhibición de ese 5 de abril del 2000. Lo había fichado Paco Roig gratis del Barça, y se lo vendieron de nuevo Cortés y Llorente tres años después por 3.600 millones de pesetas de las de entonces, dinero con el que el club fue apuntalando un equipo que acabaría ganando dos ligas. A veces hay que vender para ganar.

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