La línea que separa al Valencia CF del derrumbe es tan fina que bajo ningún concepto un buen resultado a corto plazo nos puede nublar la vista. Servirá para volver a hacer cuentas, quizá hasta para volver a ilusionarnos con la quimera de la Champions, pero en ningún caso para abortar una reconstrucción obligada y necesaria que ahora mismo cuesta imaginar qué consecuencias tendrá más allá del cambio de entrenador, que sería solo la punta del iceberg. Si es verdad que se siente respaldado por el club y por el vestuario, aunque es difícil creer que lo diga de verdad, será porque Celades definitivamente ha decidido evadirse de la realidad y seguir disfrutando del banquillo de Mestalla mientras dure, si es que en estas circunstancias eso es algo que se puede disfrutar.

Repasando una temporada que empezó como empezó, la crisis abierta entre Marcelino y el máximo accionista que acabó con la salida del asturiano y el aterrizaje de Celades en un vestuario conmocionado, cuesta entender cómo ha podido este equipo mantener el equilibrio sobre el cable de acero durante tantos meses y llegar hasta aquí, cuando todo acaba explotando con la dolorosa imagen y la derrota en el estadio de Ipurua el día señalado para meterse de lleno en la 'pomada'.

Desafían a la lógica partidos como los que vimos en Europa frente al Chelsea, cuesta creer que este mismo equipo se plantó en el Arena de Amsterdam en el mes de diciembre y le ganó al Ajax sin recibir ni un gol, que fue líder de su grupo para certificar el pase a los octavos de final de la Champions dejando en la cuneta a un rival que no había jugado la última final de esa competición de puro milagro. Son las cosas que llevan a pensar que de este equipo siempre se puede esperar algo más por complicado que resulte ahora mismo hacer ese ejercicio. Lo insólito, lo imposible... Como se suele decir, un equipo capaz de pasar de lo mejor a lo peor de sí mismo en cuestión de horas.

No lo va a tener fácil en La Cerámica porque hoy el Villarreal es mejor, llega con la inercia y la confianza que le dan los buenos resultados y el hecho de ver el objetivo al alcance de verdad. Algún día tomará nota el máximo accionista del Valencia CF de que el club no puede vivir en un estado de alarma permanente, provocando e intentando apagar fuegos constantemente. Necesita una estabilidad como la que tiene sin necesidad de ir más lejos el Villarreal, cuya gestión podrá gustar más o menos pero funciona, y sobre todo un plan. Todo lo que no pase por ahí será volver a enterrar uno de los presupuestos más importantes del fútbol español en un proyecto que no está a la altura de la institución y de la afición que lo sustenta.