Aunque sus discursos iban en otra dirección, el algodón no engaña. Eso en el fútbol es lo que se ve en el terreno de juego y lo que se ve es que los futbolistas del Valencia CF. Ni pueden ni saben cómo jugar para superar en algún aspecto a cualquiera de los rivales que se ponen delante, no lo hicieron en Eibar ni tampoco evidentemente en La Cerámica, donde la diferencia es que un equipo que está vivo se enfrentaba a un cadáver.

Queda, desde luego, dar la enhorabuena al Villarreal porque ellos sí van a pelear hasta el final por esa plaza de Champions, la pueden conseguir si siguen en esta línea aunque el calendario es difícil.

Lo del Valencia de aquí hasta que acabe la temporada puede ser muy duro, con Celades o sin él. No es el centro del debate ya el entrenador, al menos en Singapur, porque no estará la próxima temporada en el Valencia CF. Allí, a tantos miles de kilómetros de distancia y con la coartada de que no se debe viajar por el dichoso coronavirus, las derrotas y la imagen que está dejando el equipo duelen menos. Otra cosa será a la hora de hacer números y empezar a vender.

Los que están aquí, sin embargo, no van a poder quedarse de brazos cruzados derrota tras derrota, son demasiados seis partidos aunque se jueguen en solo tres semanas. Será, el despido, una solución para rebajar la tensión y un intento desesperado para jugar al menos la Europa League, que también se está escapando. Lo trascendente es lo que decida el propietario después. Si van a ir todos a la calle o si volvemos a empezar con un simple maquillaje como si aquí no hubiera pasado nada. Tratándose de Peter Lim, por experiencia, las dos soluciones pueden ser igual de malas.