Una de las cosas que revelaba Javi Gracia el día de su explosiva rueda de prensa (11 de septiembre) es que personalmente se había involucrado al menos en el fichaje de un futbolista para el Valencia CF. Hablaba, como ya intuímos entonces, de Étienne Capoue, el mediocentro del Watford al que conoce de su etapa en Londres, un jugador que el entrenador sabe perfectamente de lo que es capaz y al que considera básico para el equilibrio defensivo que quiere para su equipo. Ahora, en vista de que el club no termina de dar un paso adelante y el tiempo se agota, es el propio jugador el que toma una determinación que va a ser definitiva, o debe serlo, porque al Valencia CF ya no se le puede poner más de cara esta operación y llega un momento en que no va a poder decir no, por mucho que el francés tiene 32 años y no da el perfil Meriton. La consigna de Lim a la hora de invertir el poco dinero que tiene el club para gastar este verano, que ya ha pasado a ser otoño, es que quiere jóvenes, con mucho recorrido y retorno económico en un futuro traspaso.

¿Tanto pide Gracia?

El máximo accionista está en su derecho de establecer una estrategia y marcar unas líneas rojas, pero sobran sin embargo los motivos para que Peter Lim, como se ha demostrado en los dos primeros partidos serios que ha disputado el equipo. Un auténtico coladero por el centro y cuatro goles recibidos frente a Levante y Celta, todos por ahí. Al final, reflexión para el máximo accionista del Valencia CF, tampoco es tanto lo que está pidiendo el entrenador al que acabas de fichar, mucho más después de haber debilitado la plantilla con la salida de cinco futbolistas titulares, cuatro de ellos veteranos hechos y derechos que aportaban la personalidad al equipo. Si se precipitó al decir lo que dijo ese día, bueno, también se puede entender su desesperación y los nervios a muy pocas horas del primer partido con puntos en juego.

Capoue y Rafinha

Llegados a este punto, más allá de lo deportivo y hasta de lo económico por muy mal que esté la cosa, no sería ético negarle al entrenador esta mínima concesión, ni sería inteligente llevar las cosas tan al límite con Javi Gracia y convertir a Capoue en el Rafinha de Marcelino, que tenía por cierto bastante más de capricho. Es algo así como uno de esos códigos no escritos del fútbol, todo entrenador que llega nuevo a un club tiene derecho a equivocarse al menos con un jugador.