Allá por 2013 el Valencia CF no tenía ningún problema. Manuel Llorente y Társilo Piles, sobre todo este último, al que recordamos por sus grandes servicios al club y sobre todo los tardeos en Turís, lo tenían todo bajo control. Pagaban a todo el mundo, a Bankia, al ayuntamiento y hasta los gastos del aval del IVF, aunque sería con cromos del coyote porque nadie vio un euro. En realidad lo que tenían atado con el banco era refinanciar la deuda que no pagaban hasta el infinito, costeando el club los intereses año tras año. Y resulta que, si el partido llega a durar cinco minutos más, habrían construido el Nou Mestalla en un visto y no visto, no sé si con la mediación de Rodrigo Rato o sin ella.

Vamos, que la venta del Valencia CF fue poco más o menos un capricho, no hacía falta que viniera nadie a poner varios cientos de millones. Culpa de la Generalitat, de la difunta Rita Barberá, de Amadeo Salvo, de Aurelio Martínez, aunque, al menos que sepamos, quien en última instancia decidió poner a la venta las acciones no fueron ellos, sino Bankia, con un proceso en el que ya estaban adjudicadas de antemano y después de negarse a refinanciar una vez que Llorente ya no estaba.

Bien sabe él que con el 1% o con el 5% lo que se puede hacer es bien poco, a Meriton hay que comprarle. Si a Paco Roig, que era un gran accionista, no le dejó ni meter mano durante años...

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.