El Levante confirma su crisis; Nafti, más cuestionado que nunca (0-1)

Un gol en propia puerta de Vezo sentenció a un inoperante cuadro granota que desesperó a la grada

Brugué se lamenta tras una ocasión fallada

Brugué se lamenta tras una ocasión fallada / JM López

Rafa Esteve

Rafa Esteve

En medio de la alegría y del júbilo provocado por la festividad del 9 de octubre, el Levante tomó la decisión de no trasladar el ambiente de felicidad a su escenario para aumentar, más si cabe, la crisis en la que se encuentra inmerso. El miedo y la incertidumbre, en vez de ser eliminada, subió como la espuma después de que el conjunto de Mehdi Nafti cayese por la mínima (0-1) ante un Racing de Santander en descenso. La voluntad de darle la vuelta a la delicada situación estuvo presente, pero el transcurso del tiempo, y el revés de encajar nada más finalizar el descanso, diseminó una reacción que, además de quedar en vano, careció de fundamento y de ideas. El Ciutat de València, después de semanas de sinsabores, traducidos en indignación tras caer en Andorra, se negó a entonar, tal y como indica el himno de la Comunitat Valenciana, cánticos de amor hacia un equipo que ha perdido el norte, en un periodo donde los interrogantes son abundantes en Orriols. Un mes después de la última victoria, el Levante se desdibuja en la categoría, se sale de la carrera por el ascenso y Mehdi Nafti, ahora sí, está en la cuerda floja.

Sin embargo, el trayecto del encuentro no fue una tarea sencilla. Incluso, fue un anticipo de lo que sucedió posteriormente. El equipo comandado por Guillermo Fernández, pese a que aterrizaron en el Ciutat de València en la penúltima posición, no cayó en la intimidación, sino que fue el encargado de ponerle el picante de las ocasiones. El bando levantinista llevó la manija territorial para avanzar hacia la meta defendida por Parera, pero el Racing anduvo sin tapujos sobre el terreno de juego. Brugué, como en Andorra, avisó de sus intenciones pronto, pero su fuerte lanzamiento fue igual de centrado que el que protagonizó, en el ecuador de la primera mitad, Jorge De Frutos. El ‘18’, tras elaborar un túnel sobre las piernas de Pol Moreno, quiso batir al ‘1’ racinguista, pero sin la precisión exigida. No obstante, fueron los únicos acercamientos de un Levante que tuvo nombre y apellidos en el primer asalto.

Dani Cárdenas fue el principal motivo por el que su equipo no se vio por debajo en el marcador. El canterano realizó tres paradas de mérito. La más clara, una combinación entre Pombo y Mboula que finalizó Matheus finalizó y que obligó al meta a estirarse, minutos antes de que el propio atacante del Racing de Santander la mandase rozando el palo en un mano a mano con el jugador granota. No en vano, la insistencia santanderina de la primera parte se convirtió en premio. Ni un minuto pasó desde que ambos conjuntos salieron de vestuarios para ver al Levante por debajo del luminoso. Una pérdida en el centro del campo, recuperada y dibujada por Pombo, fue finalizada por un Mboula que contó con la ayuda de Rúben Vezo. El central, en su intento de despeje, introdujo tanto el esférico en el fondo de las mallas como el nerviosismo en la grada del Ciutat, hastiada por el rumbo de los suyos y sin comprender un arranque de liga tan insuficiente.

El Levante bajó los brazos demasiado pronto

Pese a que en anteriores ocasiones el equipo se movió a base de corazón y de orgullo, el Levante tiró la toalla ante el Racing de Santander. Una vez se vio por debajo en el luminoso, el equipo de Mehdi Nafti bajó los brazos por completo. Ni el amor propio, ni el peso de la elástica azulgrana, impulsó a una plantilla que buscó la portería contraria, pero sin la concentración ni la precisión reclamada para escalar hacia la cima de Primera. Centros imprecisos, avances desorientados y la triste imagen de un Levante totalmente deslavazado. Sin sangre. De hecho, el sufrimiento pudo ser peor aún si Elitim, tras ejecutar un disparo casi en el área pequeña a través de las fugas en la retaguardia, no se hubiese encontrado con el larguero. En los últimos coletazos de la segunda parte, que con el transcurso del tiempo se convirtió en una auténtica odisea, un tímido lanzamiento de Pablo Martínez fue el único síntoma de un orgullo levantinista que fue zarandeado en su totalidad. Una derrota de dimensiones incalculables y que ratifica una crisis donde urgen soluciones.