Sin el espíritu del campeón (1-1)

El Levante aguó la fiesta del reconocimiento de la Copa con un empate que alimenta las dudas en un ascenso directo que se tambalea

De Frutos y Montiel celebran un gol del Levante

De Frutos y Montiel celebran un gol del Levante / JM López

Rafa Esteve

Rafa Esteve

La vida, al igual que el fútbol, demuestra que nunca es mal momento para celebrar. Aunque pase el tiempo o pese a que el contexto sea inadecuado. Al Levante, que vive maniatado a su obligación de volver a Primera División cuanto antes, le sobran motivos para celebrar y, por encima de todo, para evadirse de todo tipo de presión e ilusionarse por competir nuevamente en la élite. Ante los mejores. Sin embargo, está acostumbrado a navegar entre la incerteza y a estar en la cuerda floja de manera constante. A pesar de que se invocó a ese equipo que, durante la Guerra Civil y en tiempos tremendamente adversos, no tuvo miedo en defender unos colores sin importar la negativa circunstancia, el Levante fue incapaz de contagiarse. La imagen del equipo, derrotado y abatido en el terreno de juego tras la señalización del encuentro, fue un síntoma de urgencia de cara a un reto de ascender a Primera División que no para de tambalearse. El empate contra el Zaragoza (1-1) fue un nuevo revés dentro de una temporada llena de emociones, pero donde los vaivenes y las dudas aparecen en el peor momento.

El conjunto de Javi Calleja, aún buscando su versión más aplastante para dar un golpe sobre la mesa del ascenso, pero siendo insistente de manera constante, se presentó ante su público con vestimentas mejores a las del último mes. La victoria contra el Racing de Santander, también impulsada por una Copa del 37 que tuvo su reconocimiento ese mismo día, subió la moral de un Levante que, ante el Zaragoza, salió con todo y encontró su ventaja en los primeros coletazos de la noche. A los diez minutos del comienzo, Montiel, en tres cuartos de campo, recogió un balón que terminó filtrando, entre centrales, a un Iborra que merodeaba por el área. De la misma manera que el ‘20’ detectó a su capitán, llegó a tiempo para recoger el lanzamiento del ‘10’ rechazado por Cristian Álvarez y, desde la frontal, mandarlo al fondo de las mallas. Orriols, aún emocionado por el homenaje previo al encuentro y concienciado con la importancia en la que se adentra la temporada, enloqueció con la diana de un futbolista que va a más.

La fiesta, de hecho, no pudo comenzar de mejor manera. Además de adelantarse en el luminoso, el Levante buscó con ahinco las cosquillas de un Zaragoza que, en la primera mitad, apenas intimidó la portería defendida por Dani Cárdenas. Un disparo desde la frontal de Francho, tras recibir un pase de Bermejo, fue la acción más peligrosa para un guardameta que tuvo que exigirse para hacerse con los dominios del cuero. Mientras, el conjunto blanquiazul, con vestimenta de gala para la ocasión, fue creciendo con el paso de los minutos. Jorge de Frutos, finalizando el primer tiempo, buscó a un Roberto Soldado que sí se quedó a centímetros de impactar el envío de su compañero, más cerca se quedó cuando, tras regresar de vestuarios, impactó un balón en el larguero. La sensación fue que el cuadro de Javi Calleja se acercaba al segundo, pero el guion cambió por completo. El Zaragoza, que no renunció a los puntos en juego, no solo ganó vida, sino que se la puso en peligro al Levante.

Saracchi, expulsado

Bermejo fue el encargado de desestabilizar las emociones en el Ciutat de València con un verdadero golazo. Fran Gámez solo tuvo que dársela. El ‘10’ recogió en la banda derecha, se perfiló hacia su pierna buena y, cuando encontró un espacio para armar su zurda, ejecutó un lanzamiento que fue imparable para Dani Cárdenas. El empate despertó un nerviosismo que dio alas al conjunto de Fran Escribá. De hecho, Bebé quiso emular a su compañero goleador con otro disparo desde la lejanía, pero esta vez, se fue por arriba de la escuadra derecha. Sin embargo, la más peligrosa estuvo en las botas de Giuliano Simeone, que después de quedarse solo ante su arquero rival, disparó desviado y a pocos centímetros. Un carrusel de oportunidades que no sentaron bien a un Levante que quiso tirar de orgullo. Sobre todo, después de la expulsión, por protestar, de Marcelo Saracchi. Es más, se quedó cerca mediante la fe de un Pepelu que se topó con el larguero y un Joni Montiel que, a ocho del final, casi marca su segundo de la noche. El Ciutat invocó el espíritu del campeón por todos los medios, pero se quedó a medio camino. Pese a ello, el ascenso exige muchísimo más, y hasta ahora, el Levante está dando tibios argumentos para conseguirlo.