Hasta Quico Catalán va a remar contra la corriente negativa que ha arrastrado peligrosamente al Levante en las últimas jornadas. Quedó meridianamente claro ayer por la tarde, cuando fue el primero en subirse al autobús que transportó a la expedición a Cornellà-El Prat. El presidente azulgrana predicó con el ejemplo y se metió cuatro horas de viaje por carretera entre pecho y espalda, apenas 24 horas después de pedir profesionalidad y transmitir al mismo tiempo confianza en el equipo. Y es que cualquier ayuda es buena en tiempos de crisis, y más si son ya dos meses y medio sin conseguir una victoria en Liga BBVA.

El máximo mandatario fue directamente partícipe de la nueva rutina de viaje. Él, al igual que jugadores y técnicos, avanzó un día su presencia en tierras catalanas, a pesar de que perfectemente podría haber cogido hoy mismo un tren de alta velocidad o su coche —como por ejemplo hará Alberto Gil, director de Comunicación del club— para plantarse en el campo del Espanyol. El cambio de hábitos, en ambos casos, está destinado a cerrar filas e intentar acabar con mala racha por la que atraviesa el equipo.

Entre malos resultados y problemas extradeportivos, como el ´escándalo Botelho´, el día a día azulgrana se estaba enturbiando más de la cuenta. Por eso, a lo largo de la semana, JIM y sus pupilos se han concienciado de la importancia del encuentro de hoy. El vestuario sabe que hay que puntuar en casa del Espanyol, por difícil que parezca, para ahuyentar los fantasmas que han surgido en torno al equipo. El más importante, el del descenso; este todavía se encuentra a nueve puntos, pero más vale no descuidarse. Solo con la salvación en la mano se volverá a hablar de la lucha por alcanzar plazas europeas.

Sensaciones e intenciones al margen, una victoria devolvería al Levante a los puestos de honor de la clasificación. Porque el rival es ahora mismo cuarto, solo con un punto más (33 por 32). Incluso los granotas podrían recuperar posiciones de Liga de Campeones, teniendo en cuenta que los otros dos equipos que le preceden inmediatamente, Atlético y Athletic, tienen dos durísimos compromisos ante Barça y Villarreal, respectivamente. En el peor de los casos, en caso de derrota, los de JIM al menos deberían intentar no perder el gol average particular con el Espanyol, tras el 3-1 logrado en la primera vuelta en el Ciutat de Valencia.

Varios son los males que el equipo azulgrana tiene que purgar en Cornellà-El Prat. Entre ellos, lógicamente, no haber sumado tres puntos del tirón desde el pasado 10 de diciembre, cuando se impuso al Sevilla. Y no conseguir un triunfo a domicilio desde hace cuatro meses; tras aquel 0-3 en El Madrigal del 23 de octubre, el Levante acumula seis derrotas seguidas como visitante, con cinco goles a favor y 19 en contra.

El ambiente en la expedición, una vez olvidado el doloroso 3-5 encajado el pasado domingo ante el Rayo, era de total confianza en las propias posibilidades. Si ya había quien pensaba el jueves que la charla de Quico Catalán en el vestuario podía ser una «bomba de relojería», pero positivamente hablando, aún más ayer, tras la presencia del presidente en el autobús del equipo. Con la fortaleza del grupo reafirmada pública y privadamente una y otra vez a lo largo de los últimos días, el levantinismo sueña con la reedición de la reacción post-varapalo en Sevilla de la temporada pasada, cuando se sumaron nueve puntos seguidos.