El Levante continúa cotizando al alza en sensaciones pero a la baja en resultados, un cóctel con el que va a quedarse una semana más en zona de descenso. Es la condena a su patológica falta de gol, personalizada en Barral y aderezada ayer por una de esas cantadas de Mariño que explican el porqué de fichar también a un portero. Ambos fueron protagonistas en un santiamén de la derrota en Vila-real, donde sus fallos emborronaron el buen trabajo acumulado durante el primer tiempo y parte del segundo. Un partido más de aprobado y otra vez sin puntos.

Con Kalu Uche a la espera y Bergessio o Gilardino ya fuera de órbita, el Levante sigue pidiendo a gritos un killer que no llega. Mientras tanto, Barral acumula minutos por descarte del resto, entre ellos un Rafael clavado al banquillo. Rápido y voluntarioso en la carrera pero lento y perezoso en el remate, la jugada clave del partido fue un compendio de sus virtudes y defectos. Tras fallar Musacchio estrepitosamente una entrega atrás, toda su ventaja se fue por el sumidero al acercarse al área y ni siquiera cargar el disparo por perfilarse demasiado.

Sí apretó el gatillo y de qué manera Vietto, que en la jugada posterior no fue con el guitarrazo de Mariño lo indulgente que Barral había sido con Musacchio. Con independencia de lo que motivara su error, el portero blocó un chut de Trigueros como si el tacto del balón fuese el de una pastilla de jabón. Con el rechace a huevo, Vietto lo fusiló de cerca. Recién estrenado el segundo acto, las campanas empezaban a doblar para un Levante que mandaba hasta entonces pero que volvía a pagar muy caros sus errores.

Cojeando por las bajas en defensa y con Morales de lateral izquierdo, nada esto último a lo que Alcaraz no hubiese recurrido ya antes po encima del aparcado Toño, fue precisamente a partir del buen hacer atrás como los granotas se le subieron a las barbas a un Villarreal que se las prometía felices. Tanto los desactivaron que al descanso los amarillos terninaron pidiendo la hora. La sensación era de gol inminente aunque, como se demostraría después, para eso hace falta un milagro. La proyección del ´Moro´, a la postre relevado por un golpe, fue el principal ingrediente ofensivo en el arranque, pese a que al ímpetu de sus cabalgadas le faltara la habilidad necesaria para sortear rivales.

Un tramo esperanzador

En los inicios no fue en el área de Asenjo, sino en la de Mariño, donde transcurrió el juego, con Vietto haciendo diabluras y Uche, el hermano pequeño de Kalu, cabeceando entre los centrales con la misma soltura pero peor puntería que Jonathas seis días atrás. Antes de meter la pata, una mano providencial de Mariño impidió un primer castigo a los granotas, cuya laguna estuvo en el centro del campo con un Sissoko sensiblemente menguado.

Con independencia de su vértigo en las porterías, el Levante volvió una vez más a conservar la virtud de ser un equipo compacto que no se deshace. Iván le cogió rápido el testigo a Morales y empezó a percutir arriba y abajo por la banda derecha. De ella brotó, aunque a centro de Rubén, un testarazo de Casadesús con el que ir soltando amarres. Fue el pistoletazo de salida a un esperanzador tramo en el que el equipo volvió a rozar el gol con David Barral por partida doble. Primero filtrándose en el área y después cabeceando picado un buen servicio parado de Ivanschitz. A contracorriente, Musacchio terminó placando al austriaco al borde del descanso, aunque Fernández Borbalán se ahorró la amonestación. Permisivo en grado sumo con los locales, una carga con codazo incluido sobre Barral ya a última hora ni siquiera la dio como falta.

Ofensivamente los de Lucas merodearon más las zonas de peligro de lo que muestran las estadísticas, consecuencia también de haberse afilado en los últimos tiempos con una mayor tendencia a los pases en vertical. Sin embargo, el gol lo acartonó y ni tocando a la heroica con Iván López y Camarasa le resultó posible arreglar un estropicio para el que la solución continúa buscándose en lo que queda de mercado.