Por mucho que se empeñen en decir lo contrario, el equipo está ahora mismo donde se merece. Por juego, por rendimiento y sobre todo por errores cometidos, tanto a la hora de planificarlo como en el día a día del proyecto. El Levante es colista, con 11 puntos, y preocupa desde hace semanas tanto de puertas hacia dentro como hacia afuera. El caso, como defiende un proverbio chino, es que ´un problema no es un problema si tiene solución; y tampoco debe serlo si no la tiene´; es hora de dejar de lamentarse y ser constructivo. De explorar cuáles son los propios límites. A final de temporada ya habrá tiempo de hacer los juicios pertinentes.

Con sus últimos movimientos, Rubi se ha confirmado más partidario de sumar que de restar. Apuesta por reenganchar a Ghilas, aun a sabiendas del desgaste que puede suponerle, e incluso por reformular el concepto de equipo con el que aterrizó en Orriols. Ha llegado a la conclusión de que hacen falta resultados (como es obvio) y de que quizá sobren toques en el centro del campo para obtenerlos. Aunque «ni mucho menos», como defendía el otro día David Navarro en su entrevista, la propuesta se vaya a parecer de ahora en adelante a la que prevalecía con Lucas Alcaraz en el banquillo.

Sobre los jugadores también descansa buena parte de la responsabilidad de arreglar el desaguisado. Quien de verdad quiera jugar, que dé un paso al frente sobre el césped. Muchos en ese vestuario han comprobado anteriormente que juntos y convencidos de lo que hacen son capaces de conseguir lo que se proponen. Más aún, si cuentan con la ayuda del levantinismo, al que no queda otra que pedirle un acto de fe, paciencia y confianza absoluta de cara a las finales Málaga, Rayo y Las Palmas.

Tres son también los años que la realidad del equipo, siempre tozuda, lleva avisando tormenta. Con Caparrós, las manos de Keylor ejercieron de paraguas. La pasada campaña, la permanencia más barata fue la que evitó la tromba de agua. Falta por ver si al Levante no le cae en esta el chaparrón definitivamente encima. Desde 2013, la irrefrenable tendencia ha sido la de engordar el coste de la plantilla y adelgazar la valía de la misma. Es por eso que Cuero y demás refuerzos, en todos los sentidos, se presentan como el último salvavidas o la última voluntad de la mejor etapa de la historia. No caben más justificaciones ni pasos en falso, señores.

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