Pasado ya su primer retiro en el Washington Diplomats y reubicado como asesor técnico del Ajax, Johan Cruyff recaló en el Levante UD a cambio de un contrato «escandaloso» para la época según las crónicas y más si cabe para un club arruinado que se comprometió a pagarle 40 millones de pesetas (240.000 euros) de los que El Flaco, eso sí, apenas se acabaría embolsando seis (36.000).

«Entre la ilusión y la insensatez», tal y como se relata en Historia del Llevant, el presidente Paco Aznar rompió el equilibrio de un equipo que coqueteaba con el ascenso pero que tras ir segundo acabó noveno y siendo protagonista de huelgas por impagos y un sonado encierro.

Tras salvar los escollos de la Federación y de AFE más la supuesta competencia del Leicester, Cruyff firmó un fijo de 30 millones de pesetas (180.000 euros) por cuatro meses, más la mitad de las taquillas de los partidos que jugara a excepción de un mínimo para el club, vivienda familiar en L´Eliana, un seguro de accidentes valorado en 60 millones (360.000) y la mitad de los derechos del Club de Tenis que entonces era propiedad granota. Cantidades que trascendieron tras su marcha y con las que se puso el grito en el cielo, pese a que según los cálculos del veterano periodista Hernández Perpiñà, el ´pesetero´ Cruyff fue víctima de un engaño y apenas cobró una parte ínfima aunque suficiente para amortizar las pérdidas de un negocio de granjas.

En la retina quedarán leyendas como la de su suegro, Cos Coster, llevándose envuelta en papel de periódico la taquilla de un partido, la de su viaje en el coche del presidente en vez de en el bus del equipo o su espantada de Vitoria, donde se negó a jugar por no cobrar una parte del aforo. Los rivales llenaban sus campos y a la presión añadida se sumaba que Cruyff, pese a su enorme calidad, no se mataba en el campo ni los entrenamientos. Detalles de una aventura que también son historia.