Salvo milagro, el Levante volverá la próxima temporada a ser equipo de Segunda División. A falta de ponerle fecha y hora en una de las tres últimas jornadas de Liga, este domingo firmó el acta de defunción del mejor periplo de su centenaria historia, seis temporadas consecutivas en la élite con una clasificación europea incluida. Tras el empate contra el Athletic, ni las matemáticas valen prácticamente ya de objeción a la cruda realidad, ésa con la que el sentido común golpeó a los granotas en la cara tras el hundimiento en Granada, un porrazo con el que se hizo más patente que nunca que la suerte estaba echada para un equipo en el que cada uno va por su lado.

Sin tiempo ni ganas ya para resetear, esta vez fue imposible generar otro ambiente de final. Al contrario, una parte del Ciutat fue un funeral y la otra un campo de batalla. Nadie creía ya, motivo por el que los jugadores en general y Rubi muy en particular fueron recibidos con pitos. Para más inri, la grada de animación de los Levante Fans, ausentes en señal de protesta hasta el minuto 25, dieron por finalizado el armisticio previo al partido contra el Espanyol desplegando dos pancartas en contra del equipo: «Nosotros (somos) el número 12 . ¿Y los 11 que faltan?». Así estaban los ánimos, caldeados al principio, calmados durante el partido mientras el marcador fue a favor y al rojo vivo al final tras bajarse la persiana con los dos goles encajados en cinco minutos, paradigma de la falta de oficio y personalidad.

El temido día en el que el Levante dejaría de tener más oportunidades ha llegado y ahora las preguntas sobre el futuro se agolpan unas detrás de otras. Se avecinan, sin duda, días claves en los que Quico Catalán tendrá que sacar del cajón ese plan de emergencia que hace un año ya tuvo preparado por si se descendía. El presidente, por cuya cabeza no pasa dimitir pero tal vez sí poner su cargo a disposición, tiene ante sí el reto más mayúsculo de su mandato. A nivel económico, institucional y deportivo, el club parece en disposición de tolerar un golpe que podía encajar tarde o temprano, pero socialmente la fractura abierta desde Sarver vuelve a sangrar a chorros.

Virtualmente sentenciado desde la derrota en Sevilla, en especial desde dentro del Consejo, el futuro de Rubi fuera de Orriols parece el más claro de todos. Más incógnitas ofrece el de Manolo Salvador, responsable junto al propio Quico del mejor Levante de la historia pero primer candidato a cabeza de turco para pagar por el descenso. A la espera de que se pronuncie la remozada Fundación, de la dirección deportiva dependerá también si se mantiene al grueso de los futbolistas pese a la reducción de sus fichas o si por contra se hace caja con los de más cartel y se construye una plantilla totalmente nueva.