El matrimonio presidente-director deportivo, que hasta hace no mucho parecía indisoluble, se encuentra al borde de la ruptura. Ruptura amistosa, eso sí. «Mientras yo esté, Manolo Salvador estará»Manolo Salvador, era el mantra que repetía en años anteriores Quico Catalán, a quien el de Faura va a evitar el trago más difícil en sus más de seis años de mandato: faltar a su palabra y no renovarle, o ejercer como escudo de su continuidad enfrente de un Consejo que mayoritariamente apuesta por un cambio en el cargo.

Es justamente la oposición de buena parte de los miembros del órgano rector uno de los motivos que empujó a Manolo después del mercado invernal a tomar la decisión. Su trabajo ya no cuenta con el respaldo de antaño „cuando su trabajo derivó en el mejor Levante de la historia y generó las plusvalías necesarias para reducir drásticamente la deuda del club„, y ya el pasado verano fueron varios los que pusieron en tela de juicio su permanencia enl cargo. De hecho, aunque no aparece tal cual en el orden del día, la reunión de esta tarde tiene como objeto fiscalizar su labor.

Con el equipo prácticamente descendido a Segunda, hay muchos consejeros que abogan por escoger al de Faura como primera cabeza de turco. Le critican tanto su política de fichajes reciente como la apuesta por Rubi, que también ha ido ganando detractores a la carrera en las últimas semanas. De la decisión del director deportivo, cuyo contrato expira el próximo 30 de junio, solo son partícipes a modo personal desde hace unas semanas el presidente y el componente del Consejo con mayores atribuciones deportivas: Miguel Ángel Ruiz.

Premonitorias fueron las palabras de Manolo en su visita a El Murciélago, de Levante TV y La 97.7 Radio, a mediados de noviembre. «Mi mente sólo está en el mercado de enero, y a partir de ahí, a ver qué hace el Levante, el Consejo y yo. A día de hoy no me preocupa mi continuidad. Tener más o menos batería lo dice la clasificación; lo que desgasta es estar en una posición mala. Queda toda una temporada y se tienen que cumplir los objetivos. Como presidente no me ofrecería la renovación siendo últimos», apuntaba entonces, quizá ya con su adiós en mente.

Con esta temporada acabarán también sus 19 años de pertenencia ininterrumpida en el club, donde es uno de los trabajadores con mayor antigüedad. Volvió a Orriols en 1997 aún como futbolista, y meses después colgó las botas para pasar a formar parte de la secretaría técnica. Sería Quico, a su llegada a la presidencia, el que le ascendiera definitivamente a director deportivo en 2009; un año antes, en pleno proceso concursal, ya era el responsable de la planificación del equipo.

En total, el de Faura ha fichado a 105 jugadores (el último, Verdú, a un día del cierre del mercado invernal) y ha tenido a seis entrenadores a su cargo. El primero por cuya destitución abogó fue Mendilibar, a finales de 2014; repetiría con Alcaraz, su sustituto, hace medio año. Sus dos primeras apuestas representan la época dorada granota, Luis García y JIM, mientras que Rubi es la imagen del ocaso del equipo.

La defensa pública de Quico de la figura del de Faura había perdido fuerza últimamente. Aún así, el presidente apuntaba que el análisis sobre el director deportivo debía ser «a largo plazo». «Cuando entré estaba cogido el club con pinzas y ahora llevamos seis años seguidos en Primera y hemos entrado en Europa», afirmaba el 2 de febrero, sin apostar por su continuidad. «Su trabajo nos ha llevado a vivir momentos excepcionales», había alegado, un año antes, en una situación similar.

«Aunque el equipo acabe descendido, confiaré en Rubi. Este equipo no está perdiendo por el entrenador», argumentaba hace mes y medio el mandatario, respecto al entrenador, de quien había dicho semanas antes que le «encantaría que siguiera en el club, incluso en Segunda». Ahora todo apunta a que la marcha de Manolo y el más que probable descenso, e incluso si este no se produce, llevarán aparejados también un relevo en el banquillo.