Hay imágenes que sirven para definir a la perfección un momento anímico. Y el partido contra el Alavés dejó muchas, desde la de Samu colapsando la enfermería a la de Muñiz en la banda tapándose la cara o la de Alegría rematando con la convicción de quien lleva ocho meses seco. Sin embargo, ninguna como la del gol de Medrán para resumir al mismo tiempo también lo ocurrido. En un día en el que los tantos corrieron a cargo de exvalencianistas, al cabezazo del 0-2 le sucedió el abatimiento de Chema, sobrepasado en el remate, y el inicio apresurado del desfile en las gradas. La foto de un Levante que para entonces ya hacía mucho que se había dado por vencido.

En realidad fue el mismo que el de la segunda parte del Betis con el lastre añadido de los cuatro goles. Una losa que aun así, de no ser por los problemas de Ivi, no habría impedido la repetición del once. Ajeno a esa presión ambiental, y pese a la acumulación de bajas, Muñiz ni quitó al cuestionado Alegría ni tampoco puso a ningún fichaje que no fuera Bardhi. Fue la enésima prueba de que lo de aplazar la alternativa a los nuevos y, como mínimo, llegar al parón con el bloque del ascenso no es una decisión que el técnico haya tomado de la noche a la mañana. La cuestión es si, de lo exprimido que está, le queda alguna gota.

La segunda derrota consecutiva confirmó la gravedad de las cornadas que el Levante lleva encima. En defensa los puntos de fuga se acumulan y cualquier balón parado es sinónimo de drama, mientras que en ataque la delantera pasó a ser desde el gol de Munir la única de Primera que todavía no ha marcado. Pedraza, el mejor de los vitorianos y al borde del penalti, le armó el taco a Pedro López, para que el marroquí marcara a placer. El exdelantero del Valencia, que venía de que Raúl le sacara un remate a bocajarro y de enviar el siguiente a la madera, remató a placer después de que Chema se zampara su amago. Para entonces el Alavés del debutante De Biasi estaba en su salsa y el Levante se había quedado tieso.

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Lo de tieso, además, literalmente. Dos días después de Ivi cayó Samu, que no llegó al cuarto de hora. Van cuatro lesiones musculares y el 75 por ciento de la banda derecha está la enfermería (Iván, Jason y ahora el ex del Rubin). Un problema para hacérselo de mirar. Ése y el de que no haya un Cristo que marque goles de jugada si no lo hace Bardhi. Alegría, para el que los silbidos empiezan a ser banda sonora, pifio la que tuvo. El escaso peligro giró alrededor del macedonio, el mejor de los suyos con permiso de Raúl. Una rosca suya, de falta, la echó Morales fuera por los pelos en una de las contadas acciones de peligro real en el área de Pacheco.

Muñiz, quemando naves, se la jugó con Boateng y Nano Mesa, que tampoco se aclararon. El canario se estrenó en casa forzando una falta algo alejada que Bardhi elevó demasiado y poco más. El debutante De Biasi, mientras tanto, no se había cortado al replicar con un central más. Cómodo sobre el campo, Pedraza dejó una buena impronta montando follón cada vez que tocaba la pelota. El que llegó a estar en la agenda granota jugó a sus anchas con espacios y tras rozar varias veces el gol al final se lo puso en bandeja a Medrán. Chema, que ni saltó, fue mero espectador de su cabezazo a la red. La viva imagen de un Levante que, desorganizado, hacía ya mucho que se sabía perdido.

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