Un sufrimiento innecesario. Un empate casi sin excesivo esfuerzo ante un Girona que fue de más a menos. Que nadó hasta la orilla para acobardarse cuando tenía todo de cara y al Levante en la lona dudando si levantarse. Las dos lesiones en el calentamiento fueron una especie de premonición de lo que esperaba en un partido que cerró la clasificación a octavos, pero que no espantó las dudas del conjunto granota. El ambiente, en un Ciutat frío y lluvioso, fue opuesto al del choque ante el Atlético. Contra los de Simeone, a pesar del 0-5 hubo aplausos. En Copa, y tras el 0-2 de la ida, la afición esperaba algo más de unos suplentes que tampoco lucieron, ni se reivindicaron. Empezando por Langerak, quien ha dado la respuesta al porqué de su lugar como tercer portero. Solo Morales, y un peldaño por debajo Boateng, salvaron la cara al equipo de Muñiz, que cerró el billete a octavos con su versión más gris.

Dos cambios inesperados y un Girona protagonista con y sin balón. Ese fue el guion inicial de un encuentro que comenzó con malas sensaciones. Doukouré y Róber Pier, en el once previsto para el duelo copero, quedaron fuera por molestias musculares durante el calentamientoDoukouréRóber Pier y el contratiempo pareció dejar aturdido a los jugadores granotas, que vieron como el Girona salió decidido a remontar la eliminatoria. Mojica y Maxi Villa generaron problemas por fuera y precisamente, con ellos como protagonistas, comenzó el nerviosismo en el ciutat. El uruguayo combinó con Marlos Moreno por izquierda, quien centró al área para encontrar a Mojica, que remató sin oposición ante las dudas en la marca de Samu García y la no salida de Langerak.

Con el 0-1 el Ciutat pasó del murmullo a ciertos pitos que demostraban el descontento del público con la actuación de su equipo. La grada fue consciente de la superioridad del Girona, quien perdonó en la primera parte y olvidó el fútbol al salir de los vestuarios. Si en el primer tiempo el conjunto catalán pudo dar la vuelta al marcador, en en el segundo periodo el choque se convirtió en una guerra fría. En una batalla en la que tuvo que salir el Comandante granota, acompañado minutos después por Bardhi, para dar la única alegría de la tarde. Morales saltó al césped para demostrar la diferencia real entre titulares y suplentes que vive el equipo y aprovechó un balón ganado por Boateng que quedó muerto para hacer el 1-1. Ese gol cambió la decisión de Muñiz en el banquillo, quien tenía preparado a Enes Ünal, preocupado por el desenlace final del choque.

Con el 1-1 murió la emoción, para suerte del Ciutat, y el Levante visualizó los billetes a octavos de final en una tarde que sin embargo no terminó en celebración. La sensación fue agridulce y es que, a pesar de la clasificación, los problemas de las lesiones se acumulan y el plan B demuestra que sigue lejos del rendimiento del once tipo del técnico.