Lo que en apariencia era un matrimonio de conveniencia, con el final de LaLiga como fecha de caducidad, ha acabado en flechazo y veremos si en promesa de fidelidad eterna. Paco López ha transformado la crispación y los nervios en buenas palabras; la angustia por no encajar goles, en ganas de ir a por más. El de Silla está enamorando por los resultados obtenidos y por su propuesta; o viceversa, visto que ayer sonaron los violines con el empate del Levante en Montilivi.

Los granotas perdieron realmente más puntos de los que ganaron, ya que fueron superior durante buena parte del encuentro. Pero en este caso se les perdona, cual pareja de novios recién formada, por su atrevimiento y soltura con el balón; al 'viejoven' de Campaña, por ejemplo, parece que le hayan quitado diez años de encima.

Al nuevo técnico no le ha hecho falta dar más pasos hacia atrás para coger impulso. Han cambiado las caras y el panorama por completo: son los siete puntos sobre nueve posibles con Paco los que ahora mismo tienen los azulgranas respecto a la zona de descenso. Las Palmas perdió contra el Madrid, y, lo que es más importante, esbozó una fractura interna irresoluble en vísperas de su visita al Ciutat. Solo una improbable victoria del Dépor en el Wanda acortaría esta tarde la renta granota hasta los cinco puntos.

Dio más que hablar Boateng que el frente de ataque rojiblanco al completo, con esos envidiables 28 goles que suman entre Stuani y Portu. El charrúa apareció en el minuto final, a modo de rematador del temido balón parado local, para cabecear a las manos de Oier desde el punto de penalti; lo había hecho también en la acción inmediatamente posterior al golazo de Granell, para desperdiciar un mano a mano y la posible sentencia. Asistido, ahí sí, por el ex del Valencia.

Fueron estos los únicos momentos de duda del Levante, que con 0-0 había hecho ya méritos como para haber cobrado ventaja. Con Paco López, el ghanés ha dejado de ser un incordio para su propio equipo en más de una ocasión para convertirse, como ayer, en el mayor dolor de cabeza rival. Solo a la cuarta le pitó De Burgos fuera de juego; las tres primeras veces que los defensas del Girona le habían intentado pillar en posición antireglamentaria, había sido 'Boa' quien les había cogido en un renuncio. El primero lo resolvía in extremis Maffeo. El segundo, el palo. Y en el tercero, que su zurdazo se marchase demasiado cruzado. Antes de quedar noqueado, por su durísimo golpe con Ramalho, aún cabecearía el ghanés junto al palo un córner.

Sin Boateng, Roger se quedó sin socio y el Levante tuvo que buscar otro argumento ofensivo. El marcador obligaba, pues Granell se había sacado ya a esas alturas un zurdazo a la escuadra de la nada. Lerma, quien nada más volver de vestuarios había rozado el palo con un derechazo colocado desde la frontal, levantó la cabeza para dar con la solución: apoyado en la línea adelantada de los gerundeses, encontró a Morales en disposición de cabalgar en solitario hasta Bono, driblarle y empatar. Machín y los suyos pidieron fuera de juego; solo la televisión, por centímetros y con ayuda de tecnología, les daría la razón.

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