Si Quico, Tito y Paco López hubieran ido un paso más allá, seguramente Aymen Abdennour sería ahora mismo granota. El internacional tunecino, con quien se contactó en la recta final del mercado, en una última batida de la dirección deportiva en busca de un central que mejorara lo presente, se había mostrado receptivo a volver a LaLiga vía Orriols. Por entonces, ya sabía que no contaba para Rudi García, técnico de su club, el Olympique. También que el Valencia ni siquiera se planteaba romper el acuerdo de cesión con los galos para readmitirle en su plantilla.

Con 29 años recién cumplidos, el futbolista consideraba su paso a préstamo por el Levante como una opción aconsejable para reactivar su carrera. Creía que recalar en un equipo de menores aspiraciones que el de Mestalla y el de Marsella, aspirantes a casi todo, podría liberarle de tensión y permitirle recuperar su mejor versión. No obstante, en los últimos cursos ha sido la sombra del central que fuera elegido el mejor de la Ligue 1 en 2015.

Aymen Abdennour, fichado hace tres años por los blanquinegros por 25 millones, hubiera apuntalado el perfil izquierdo del eje de la zaga. La dirección deportiva realizó la labor de aproximación, aunque su nombre no generó el consenso necesario. No había dudas sobre su potencial; sí sobre su personalidad y el rendimiento que podía dar en Orriols. Por eso, y porque su cesión no hubiera sido nada económica (el tunecino cobra 2,2 millones netos anuales), la operación no cogió más vuelo.

El Olympique de Marsella no hubiera puesto pegas a su salida antes de tiempo, ya que se había convertido en descarte habitual en la recta final del pasado curso: solo 93 minutos en 2018 en la Ligue 1. El acuerdo con el Valencia, propietario de sus derechos, tampoco se planteaba como el mayor problema para su llegada. Los de Mestalla ponían como única condición a los clubes interesados que asumiesen su salario íntegramente.

El desenlace de los contactos por Abdennour no fue muy diferente al de los realizados previamente por otros centrales. Ninguno de estos llegó a superar el listón fijado de partida por Paco López, cuya recomendación pasaba por firmar a un zaguero solo en el caso de que mejorara claramente a los cuatro que ya había en plantilla. Por el camino se quedaron ofrecimientos como el de Botía y Cala. Encima de la mesa estuvo también el nombre del griego Papadopoulos, quien en condiciones normales sí que daría el pego como central de jerarquía.

En el radar granota estuvo prácticamente todo el verano Gálvez. Por su sintonía con Luis Helguera, el central granadino esperó por si finalmente los técnicos se decidían a firmarle. Algo que no sucedió, ya que su perfil era contemplado más como la de un central complementario que de jerarquía. El mismo día 31, a horas del cierre del mercado, recalaría en Vallecas después de reincidir su contrato con el Eibar.