El Levante de Paco López se ha superado a sí mismo este sábado dándole un repaso al Real Madrid en el Santiago Bernabéu gracias a un partido soberbio, prácticamente perfecto, con el que ha vuelto a demostrar que es un equipo sin techo y en disposición de superar las que hasta ahora habían sido las mejores versiones de su historia, la de la clasificación con Juan Ignacio para la Europa League y la del segundo tramo del pasado curso ya con SuperLópez a los mandos.

Después de un largo parón durante el que se le menospreció como una víctima propiciatoria para que Lopetegui recuperara el aliento antes del Clásico, el Levante arrasó al Madrid con un inicio de vértigo en el que primero Morales a los seis minutos y después de penalti Roger a los 12 marcaron dos goles en las primeras llegadas al área de Courtois. Hacía casi 30 años que ningún equipo conseguía algo así en LaLiga en un estadio que sonó a hueco cuando al borde del descanso Rochina marcó el tercero, asolutamente definitivo si el VAR no lo hubiese invalidado por un fuera de juego anterior de Toño en el arranque de la jugada.

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Fue precisamente el VAR, que en ese 0-3 salió en su auxilio, el que no lo había hecho antes para tormento de un Madrid sin favores arbitrales a los que agarrarse y a pecho descubierto con su deplorable nivel de juego, completamente empequeñecido por el planteamiento de los granotas. Unas manos de Varane que Cuadra Fernández señaló inicialmente como falta al borde del área para Bardhi terminaron siendo finalmente dentro para que Roger ejecutara la pena máxima. Y un gol por fuera de juego de Asensio fue invalidado con el Madrid ya en su campo esperando al saque de centro.

Los primeros 45 minutos fueron sencillamente apoteósicos, con una presión efectiva y valiente, juego combinativo y detalles de calidad a rabiar empezando por la lección de Campaña y Bardhi en el centro del campo y acabando por la cabalgada en la que Morales dejó sentado a Sergio Ramos, capitán de la misma selección a la que Luis Enrique se resiste a llevarlo pese a seguir aporreando a su puerta a base de exhibiciones. Del Comandante había sido el 0-1 tras escurrirse de Varane y driblar a Courtois como un auténtico 'nueve'.

Todo lo hizo bien el Levante, que perdonó por unos centímetros en una apurada de Jason Remeseiro, una de las revelaciones del sistema 3-5-2 y fijo en un once en el que, para más inri, todas la caras nuevas del pasado verano estaban en el banquillo, como Raphael; en la grada, como un Prcic que venía de ser titular; o en casa, como el lesionado Vukcevic.

Récord negativo del Real Madrid

Como se veía venir, mientras el Levante pulverizaba sus registros, el Real Madrid empeoraba su récord negativo sin marcar gracias a un Oier providencial en su campo maldito (ha quedado en 8 horas). En la primera parte lo paró todo menos un chut de Mariano al larguero y se lució a bocajarro ante Lucas Vázquez. Y en la segunda la tónica siguió hasta que el Madrid tocó a rebato con el gol de Marcelo y un disparo a la madera de Benzema o un golpe franco de Bale en plena tromba.

Para entonces el partido había entrado en una fase en la que al Levante no le quedaba otra que apretar los dientes y aguantar. Paco López maniobró metiendo a Doukouré y cambiando de central, aunque el último cambio fue delantero por delantero con la entrada de Boateng, todo un sello de distinción. Lopetegui, por su parte, había quemado ya todos sus cartuchos con Bale y Benzema, ambos suplentes de inicio, además de Ceballos. Fueron más los madridistas que pasaron sin pena ni gloria por el partido, pero como sólo tenía tres cambios el exseleccionador escogió a Odriozola, Isco y Marco Asensio.

Los últimos minutos se jugaron ya en el área de Oier, donde el Real Madrid sólo pudo marcar en fuera de juego pese a los cinco minutos de descuento. Un desquicio para ellos y el sprint final para un Levante que tuvo el tercero en un agónico contragolpe de Morales y Bardhi al que ambos llegaron con el aire justo y que levantó los brazos y cerró los puños con el pitido final antes de que el himno del Madrid sonara a todo trapo para tapar los silbidos.