Lluvia, goles, tres puntos y cuarta victoria consecutiva. Orriols está de celebración. Con 16 puntos tras 10 jornadas y tras otra exhibición en el Ciutat de València. Un estadio que despidió al equipo al grito de «Levante, Levante» mientras los jugadores agradecían a los valientes que se quedaron en las gradas el esfuerzo por empujarles hacia un nuevo triunfo. No fue fácil. El Leganés nunca se rompió y el 2-0 llegó sobre la bocina. Después de un larguero del cuadro pepinero que pudo cambiar la suerte. Eso sí, también tras un penalti que no vio ni el árbitro ni el VAR y que pudo cerrar el choque mucho antes. Al final, ni grada ni técnico tuvieron que acordarse de esa acción y el 12 de 12 subió en el casillero de la clasificación. Cuatro tiunfos que llegan tras un cambio de sistema que cambió mucho más que el dibujo. Llenó la confianza y la fe. En definitiva, recuperó el efecto SuperLópez.

La hoja de ruta está clara. El grupo encontró en el 4-4-2 el curso pasado, a la llegada de Paco López, su identidad. Su piel. Y cuando ese sistema parecía agotado el 3-5-2 ha cambiado el escenario granota. Lo que hace un mes era una 'prueba' ante el Alavés ahora es arma más sólida de un equipo que ayer, ante el Leganés, abrió fuego a los primeros minutos. Antes del minuto 15. Robando por dentro, combinando y con un Pistolero con la mira en perfecto estado. Roger, que ya suma seis goles hasta la fecha, envió un pase a la red mientras Cuéllar se vencía al otro lado y el Levante, como ya hiciera en el Bernabéu, se adelantó pronto para generar dudas en el rival.

Solo la lluvía pareció frenar el dominio granota. Al principio tímida y luego en tromba. Eso sí, en defensa el equipo no olvidó en ningún momento su seguridad. El Leganés, un conjunto práctico pero sin muchos lujos, se encontró sin fuerzas para sueprar las líneas del cuadro granota mientras la lluvía mojaba con fuerza el césped del Ciutat de Valencia. Y en ese contexto, los delanteros sufrieron. Cada balón largo se hacía eterno y en corto no se podía combinar con facilidad. Además, al Levante le afectó también la lesión de Cabaco, imperial hasta el momento, quien tuvo que retirarse para dar entrada a Chema. Con el de Caudete, y la incesante lluvia, el choque fue muriendo hasta que el colegiado señaló el camino hacia los vestuarios.

El guion del segundo tiempo cambió ligeramente. De nuevo, como ya sucedió el comienzo del primer acto, el mando tuvo color azulgrana. Y el marcador podría haber seguido un idéntico camino si no llega a ser por De Burgos Bengoetxea y el VAR. Ni uno ni otro vieron un clarísimo penalti de Omeruo sobre Rochina que ya en directo fue cristalino y que tanto público como jugadores protestaron con fuerza pero sin suerte. Tampoco en otra acción -bastante más dudosa de penalti eso sí- en la que Siovas tocó con la mano el esférico dentro del área tras un regate de Postigo.

Después de esas dos acciones, el encuentro entró en ese momento de dudas. En un ambiente de cierto medio en arriesgar y algo de nervios por ver cómo el Leganés con un fútbol sencillo -colgar balones al área- encontraba cierta respuesta a su idea de juego. De hecho, a punto estuvo el cuadro pepinero de hacer el 1-1, pero todo quedó en un susto. El larguero se alió con el Levante. Un cabezazo de En Nesyri, en una falta llovida de Rubén Pérez acabo en el travesaño cuando Oier ya no podía hacer nada y con el meta en el suelo Siovas enviaba el rechace por encima de la portería granota. Esos fueron los mejores minutos de un Leganén que trató de juntar futbolistas en campo contrario mientras el cuadro de Paco López buscaba una contra para matar el choque en Orriols. Y esa llegó. Ya en el 90. Con Morales todavía con fuerzas y poniéndole un balón a Rochina en la frontal del área para que dejara atrás a dos defensas y batiera a Cuéllar. De fondo, Paco López celebraba el gol. Y un nuevo triunfo. El cuarto seguido.