Fue asomarse por un instante a las plazas de Champions y marearse. El mal de alturas penalizó al Levante, que se comió una torrija para almorzar y se indigestó de tal manera que tiró por el retrete la oportunidad que tenía de ganar por primera vez en Ipurua. No se le escapó por completo el partido, que acabaría empatando en el descuento para desahogo de Mayoral -el autor del gol-, jolgorio granota y desesperación eibarresa.

A Mendilibar se le llevarían al final los demonios, aunque quien gritaba poco antes de la falta era su guardameta, Asier Riesgo, que pedía sin éxito que la defensa adelantara la línea para evitar justamente lo que pasó: que Borja rematara la falta lateral en el segundo palo y prácticamente sobre la línea.

Ese ultimísimo esfuerzo, al mismo tiempo, se erigió en una demostración y en motivo de orgullo granota. Pocas veces da por pérdidos los puntos este equipo; a falta de tres, con el de este domingo dejó el descenso a 11 puntos y se mantiene en la pelea por las posiciones europeas en vísperas de la visita del Barça. El 5-4 del año pasado vaticina espectáculo.

40 pases y dos goles

En media hora, los de Orriols no habían dado ni 40 pases en total. Para qué querían más, si habían remontado el gol de Sergi Enrich sin aparente esfuerzo. Prácticos y verticales a más no poder, como pocas veces de inicio con Paco López, era recuperar el balón y buscar en profundidad a Morales. El Comandante, a cambio de llevarse los tacos marcados de Ramis, se cobró bien pronto su cuota en Ipurua: cuatro veces ha jugado en la que fuera su casa y, con esta, en tres veces ha conseguido marcar.

Menos habitual pero tan importante fue el remate, entre acrobático y mordido, de Róber Pier. El gallego se estrenó en LaLiga Santander en una segunda jugada que Jason supo leer correctamente y ejecutar mejor desde la derecha. Llegando por el centro, el gallego se lamentaría minutos después de que Roger le quitara un remate a placer que perfectamente podría haber sido el 1-3.

El Eibar, intensidad pura

Descendiente directo del fútbol inglés, el Eibar empezó fuerte y subió todavía más en intensidad con el paso de los minutos. Un testarazo de Ramis y un remate de Enrich, abortado a ultimísima hora por Róber, subrayaban la fe, las habilidades y las malas intenciones de los locales antes del descanso. Después de este, a saber porqué, los de Mendilibar le metieron incluso otra marcha a su juego y los granotas, por confianza o vértigo, bajaron dos del tirón. Suficiente para que el engranaje saltara por los aires.

Antes de que Escalante devolviera el empate al marcador, de nuevo al cabecear un centro sin oposición, Enrich, Diop y Cucurella advertían de lo que estaba por llegar. Un golpe seco y frontal para Levante. Si en apenas un minuto había empatado el 1-0, en diez se ponía con dos goles de desventaja. Charles, por partida doble, hacía del asalto a la cuarta plaza una utopía. Maldita la gracia de Alberola Rojas, quien no se molestó en echar mano del VAR para comprobar si el discutido penalti de Campaña (el 3-2) lo era o no.

El gol 500 y el empate

Tan fea estaba la cosa como fue el gol 500 en LaLiga Santander. Ya por entonces, por cierto, Paco López había deshecho la defensa de tres y había recurrido al 4-4-2, con entrada de Coke y Mayoral incluida. Un zurdazo desde fuera del área de Toño que golpeó en Oliveira y acabó en las redes, para desesperación del meta eibarrés, desató definitivamente la locura.

En medio del jaleo, tanto Kike García rozó el quinto para los locales como Bardhi el empate. El internacional macedonio no pegó el estirón necesario para rematar el centro de Coke y tuvo una de sus preciadas faltas al borde del área, aunque la definitiva la lanzaría Rochina.