No hubo milagro en La Catedral ni santo al que encomendarse. Más bien al contrario, condena. Y además cruel con un rigurosísimo penalti in extremis después de no haber perdido en la fe y empatar al filo del descuento. El Levante purgó sus pecados con una derrota en la que se le juntaron todos los males. Por un lado, y sin hacerlos de menos, los propios, porque hace falta Dios y ayuda para que no le marquen. Y, por otro, los ajenos. Primero con otro gol a la salud del VAR que se presumía clave para volver a un partido del que se había ido a la media hora. Y segundo con una pena máxima en la que tan cierto es que Aitor sale mal y Moses, horrible en defensa, no despeja en primera instancia, como que la pena máxima es un castigo excesivo para el pisotón a posteriori del nigeriano a Muniain. Por no hablar del posible fuera de juego.

Más allá de la justicia, la racha empeora: dos victorias en 16 partidos. Y el peligro del descenso acecha. Los tres puntos del domingo contra el Huesca van a ser de oro puro. Un duelo directo con el Celta al acecho para el que, encima, no estará Vezo por acumulación ni Cabaco tras ser expulsado en la locura del final. Ahora más que nunca el Ciutat es la clave.

Ni claro ni manifiesto

Sin que sirva de excusa, porque el 2-0 que campeaba en ese momento en el marcador era justo, el 'varbitro' fue mortal de necesidad para los intereses granotas desde el principio. Una vez más y van cuatro en los últimos partidos. Por si no llevase ya suficiente penitencia a cuestas, en una acción para más inri parecida a la de Mayoral con Cuéllar en Butarque, Alberola Rojas corrigió a Munuera Montero, que en directo había dado por válido el cabezazo de Coke a la red. Desde la sala del VOR lo que vieron no fue que el vallecano se llevó el gato al agua en el salto, sino una rigurosa carga sobre Herrerín. Normal que a los granotas se los llevasen los demonios al enfilar el tunel en el descanso. Hay contacto, pero leve. Ni claro ni manifiesto.

Lo que sí fue manifiesto es que el Levante, con cuatro jugadores fuera de sitio en un once con rotaciones, bajas y cambio de sistema, arrancó con el pie cambiado. En cinco minutos le hicieron dos ocasiones entrándole por la derecha. Sin solución de continuidad, la segunda fue gol. Vezo y Jason, ambos novedades, se comieron una pared. Berchiche se metió entre medias del reconvertido portugués y el repescado central para fusilar a placer.

Sin tapón para las pérdidas en el centro del campo, dónde ni Rochina ni Róber fluyeron, De Marcos y Raúl García perdonaron. Pero no Williams, una pesadilla para Postigo. El rojiblanco se descolgó para salirse del fuera de juego y, olvidado, llegó desde atrás para marcar el segundo. Ni Coke atinó a despejar bajo palos ni Aitor dio blocando el plus que tampoco aportó en el primero cubriendo el primer palo. A Muniain, en cambio, sí que le sacó después una buena mano.

A balón parado

En ataque, hasta que se espabiló con el 2-1, el Levante UD mvivió del balón parado, determinante a nivel ofensivo. Primero con Jason, que hizo de Bardhi con una falta que Herrerín echó a córner con apuros. Después con Coke. Y nada más volver del descanso con Roger, esta vez de penalti. El VAR volvió a revisar la jugada, pero el doble atropello en el área lo vieron en esta ocasión primero Alberola y después todos los santos. El Pistolero se lo guisó y se lo comió con una ejecución perfecta. A nivel individidual, juegue o no de seguido, él también continúa con su racha. Once goles.

Como en Anoeta, a una mala primera parte le siguió otra en la que el Levante sí fue el equipo intenso y competitivo que acostumbra, bastante más fluido sobre todo con 4-4-2 y a raíz de la entrada de Mayoral y Moses. A base de empujar y de no perder la fe, el balón parado volvió a ser de nuevo la solución. El córner de Campaña lo cabeceó Cabaco con todo a la red al filo del descuento. Pero para el Levante ni con toda la fe del mundo es suficiente esta temporada. En el tiempo añadido, castigo. Y otro final como el rosario de la aurora.