Solo un terremoto podría mover la silla a Paco López en estas últimas jornadas, por muy negros que parezcan ahora los nubarrones. El rumor de su posible destitución corrió el pasado domingo por la noche casi a la misma velocidad a la que después se apagaría: que el trabajo del de Silla no genera la positiva unanimidad de antaño es evidente, pero de ahí a que la solución escogida por los dirigentes sea su salida hay todavía un trecho. El equipo está dando síntomas de debilidad y acercándose a la zona de descenso, es cierto; como lo es que continúa dependiendo de sí mismo para lograr la permanencia y que el cambio de entrenador no asegura absolutamente nada.

Menos aún, con tan poco margen de maniobra. Tanto temporal como de recursos. Las limitaciones y el perfil de los jugadores son los que son. Es precisamente la tozuda realidad de la plantilla la que ha llevado a Paco a enrocarse en su propuesta a pesar de inercia negativa de las últimas semanas. El respaldo del vestuario a esa forma de proceder es justamente lo que refuerza sus postulados. La preeminencia del talento ofensivo sobre el defensivo y el estado depresivo en el que se encontrase a los jugadores a su llegada, hace poco más de un año, le invitan a tirar hacia adelante.

Duelen los ocho partidos consecutivos sin ganar y los diez seguidos encajando goles. Preocupa la cercanía de la antepenúltima plaza. Y, al mismo tiempo, conceden margen para la esperanza los dos próximos encuentros. Ambos en el Ciutat, con rivales teóricamente menos necesitados y que no obligarán a Paco López y sus pupilos a lanzarse descaradamente a por el balón (como sí sucedió en el Derbi), con los riesgos que eso conlleva. Contra Espanyol y Betis, como cada vez que pudo respondió en la sala de prensa de Mestalla, el Levante se jugará prácticamente la vida.

"Ganando los dos partidos casi cerramos la salvación. Tanto quien quiera reprochar cosas o subirse al carro de empujar, está en su derecho", apeló el domingo. El de Silla no ha cambiado su discurso público; lo que lo han hecho son las circunstancias. Cuando el juego y los resultados acompañaban, él era el primero en recordar el verdadero objetivos y en exponer que llegarían los malos momento. Entre otras cosas, por la lógica presupuestaria y porque la falta de un pivote defensivo de garantías antes o después debía pasar factura en una competición de máxima exigencia como LaLiga Santander.