Tras un mes sin verle el pelo por casa, el Levante no se dejó ni una miseria que enseñar en su regreso al Ciutat de València, donde 10 jornadas después volvió a perder un partido. Lo hizo, además, con todo merecimiento, de principio a fin, a manos de un Espanyol que llegó siendo colista y se fue como si aspirara a la Champions.

Machín confirmó, en efecto, que es la auténtica bestia negra de los granotas. Pero más que en el buen día del técnico rival, la noticia estuvo en el que Paco Lópezla noticia estuvo en el que Paco López tuvo tan maloEl de Silla, en el punto de mira del sector que activó el runrún en cuanto se olió el percal, no estuvo fino. Falló en los cambios, con los que valga la redundancia no cambió nada, y las variaciones de dibujo sobre la marcha contribuyeron a la ceremonia de la confusión que terminó siendo la segunda mitad, sin atisbo de reacción y con la amenaza de que el 0-2 llegase en cualquier momento.

No lo hizo, pero aun así fue el punto y final a una buena racha como local que tampoco es que estuviese disimulando los problemas. Los resultados los dejaban en segundo plano pero ahora ya están en el primero. En un partido que se había calificado como "trascendental" por lo que había en juego y el calendario que se avecina, el Levante UD naufragó sin ningún tipo de excusa. Todos los defectos, los de grupo y los individuales, quedaron al aire. Los espacios nunca aparecieron ni nadie adivinó siquiera por dónde buscarlos. El balón fue una losa. Y la precipitación se convirtió en la seña de identidad de un equipo en el que Aitor, que esta vez sólo hizo dos paradas yendo al bulto, fue protagonista no bajo palos, donde se comió un gol, sino poniendo el balón en juego. Sin salida desde atrás, el portero tiró de patadón y hasta acabó sacando la falta de la impotencia en el descuento.

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El Levante UD - RCD Espanyol, en imágenes

El aficionado de a pie, ese que no entiende de big data pero que de fútbol sabe un rato, fue el primero en darse cuenta de lo que estaba pasando.Y en el Ciutat, cuya paciencia no es proverbial ni limitada, ya se sabe que los goles se huelen con la precisión de un ordenador cuántico. Nunca pillan desprevenidos si son a favor pero todavía menos cuando, como el de Bernardo Espinosa, ocurre al contrario. Minutos antes de que lo marcara, con el runrún sonando de fondo, ya se mascaba la tragedia. El Espanyol, aunque sin puntería, estaba acabando las jugadas y era cuestión de tiempo que las cosas se cayeran por su propio peso.

Tras el aviso de un larguero y un mano a mano telegrafiado por Ferreyra, fue Bernardo quien se aprovechó de un marcaje de esos que se hacen con la mirada a la salida de un córner para rematar a la red. Un gol, para más inri, feo a más no poder, nada ortodoxo y hasta con la duda de si el VAR lo anularía por el misterio sobre la parte del cuerpo con la que cambió la dirección del balón. Ni siquiera Aitor, que guardó mal su palo, estuvo acertado para acudir como otros días al rescate.

El castigo del gol no fue ni inesperado ni inmerecido. Para entonces el Levante UD sólo había chutado dos veces, una de falta y otra gracias a un regalo. De hecho, de ahí al final sólo volvería a tener otro par de oportunidades, una aislada de Hernani en la que Naldo le obligó a perfilarse con su pierna de apoyo y otra en la que se durmió Morales. Uno y otro fueron los responsables directos de que en ataque, sin compensarlo tampoco en defensa, nunca se desplegaran las alas. Lo veía la grada, inflamable hasta con su adorado Comandante, y lo sabía también Paco, quien consciente de la falta de pulso varió sobre la marcha del 4-3-3 a un 4-4-2 con Morales arriba. Todo para luego volver a la casilla de salida tras el descanso y cambiar de paso nuevamente a la hora de juego.

Lo de la flexibilidad táctica es, sin duda, un discurso que da pie a muchas interpretaciones. Pero el abuso, he ahí el peligro, amenaza con convertirlo en incoherente. El doble cambio de Sergio León y Mayoral, ni qué decir la entrada de Miramón, fue atrezzo. Sin flujo de juego ni espacios ni situaciones de gol, el problema no era de delanteros y mucho menos, pese a que lo más recordado de Coke fue el meneo que le dio a la afición por sus silbidos, del lateral derecho. El problema gordo es que el Levante volvió a perder después de mucho en casa y no fue un accidente. El riesgo estaba perfectamente señalizado. El Ciutat no tiene la culpa.

Ficha técnica:

0 - Levante: Oier, Coke (Miramón, m.82), Vezo, Cabaco, Clerc, Rochina (Borja Mayoral, m.62), Campaña, Radoja, Hernani, Roger (Sergio León, m.62) y Morales.

1 - Espanyol: Diego López, Víctor Gómez, Naldo, Bernardo, David López, Pedrosa (Didac, m.70), Víctor Sánchez, Marc Roca, Darder (Granero, m.85), Ferreyra (Campuzano, m.76) y Vargas.

Gol: 0-1, m.39: Bernardo.

Árbitro: González Fuentes (comité asturiano). Amonestó por el Levante a Clerc y por el Espanyol a Naldo, Víctor Gómez y Campuzano.

Incidencias: partido de décima jornada de Liga disputado en el estadio Ciutat de València ante 19.000 espectadores.