El Levante es para lo bueno y para lo malo un equipo siempre fiel a su identidad, absolutamente impredecible, hábil cuando tiene que jugar en el alambre y capaz de mudar su piel las veces que haga falta. Lo demostró otra vez en el estreno de su exilio voluntario en La Nucía, donde pasó de estar entregado a rozar la remontada.

Paco López tuvo mano para agitar la banda derecha con Hernani y Miramón y por ahí fue capaz de romper el guión de lo que parecía una derrota segura. En un abrir y cerrar de ojos, Koundé sacó bajo palos un remate del extremo y acto seguido Diego Carlos se metió en propia puerta el rechace de Vaclík a un centro del lateral. Mayoral rozó el segundo y Sergio León dilapidó un ataque franco en los estertores de un encuentro que al Sevilla se le fue de las manos por la gestión conservadora de su entrenador, en las antípodas de su homólogo granota.

Aunque se remontase casi que a otra época, el partido fue durante muchos minutos casi un calco del que el Sevilla ganó 1-0 en la primera vuelta. Nueve meses y una pandemia después la escena se repitió idéntica pero por la izquierda con un centro embocado a la red por De Jong. En tres toques, el Sevilla se plantó en el área de Aitor y hurgó en la herida que el Levante tiene en las bandas.

Velocidad por los costados, presión atosigante y puntería fue la receta para descativar a un Levante mucho peor que en el Derbi. La derrota en la batalla del centro del campo estaba siendo incontestable. Y es que el equipo granota cerró los ojos con el gol de Melero en Mestalla y cuando los abrió el que estaba delante ya no era el Valencia sino el Sevilla, otro equipo de Champions pero hoy por hoy con más cuajo. En otras circunstancias la revolución en el once habría sido una locura pero con 72 horas entre un partido y otro nadie frunció el ceño. Al obligado cambio de Mayoral por el sancionado Roger le acompañaron cuatro más, tres de ellos en una defensa en la que solo repitió Vezo.Carrusel de cambios

Paco López sabía perfectamente que el Sevilla es un equipo con piernas y que el suyo, como ya se había visto en el Derbi, no iba sobrado de pulmones. Con dos verdugos como Ocampos y Navas, para Toño y Coke la reválida era de órdago. De hecho lo mejor que hilvanaron los de Lopetegui llegó de sus pies. A balón parado, uno de los lunares granotas, el pie lo pusieron Banega y Munir. El argentino se la puso a Koundé, que cabeceó desviado, y el hispano-marroquí disparó con toda la intención a la madera.

No arrancó bien el Levante, que se dejó manosear por la posesión y el ritmo masticado de un Sevilla que, a lo Simeone, tardaba microsegundos en robar con su presión alta y esperar con paciencia a un fogonazo con el que adelantarse. Llegó nada más volver del entreacto. El VAR chequeó que Munir estuviera en posición correcta antes de asistir a De Jong. La jugada nació nació de un pase largo de Diego Carlos desde la defensa y un control exquisito que desarboló a Coke, sospechoso habitual en esas labores. La ejecución casi perfecta puede valer de coartada, pero la sangría de los laterales no cesa.

El gol dejó grogui a los granotas, a los que el VAR salvó del segundo por un contacto previo de Diego Carlos. Campaña, otra vez en el escaparate ante la novia que más le ronda, bajó el nivel. Arrancando desde un costado apareció poco pero cuando lo hizo fue para destacar. De una combinación con Rochina fue así como llegó la primera y casi única oportunidad del primer acto, un centro al área para el que a Mayoral le faltó un número más de bota. El atasco vino por el eje, donde entre Melero y Vukcevic no hubo quien le encendiera la luz al equipo. Tampoco Morales, en el tono gris del Derbi. Lo sustituyó Sergio León. Y Hernani a Rochina en busca de chispa.

Tenía a muchos jugadores en el banquillo pero pocos candidatos para sacar al equipo del sopor en el que estaba metido. La solución fue lateral por lateral: Miramón, que venía del centro de Gayá en el gol de Rodrigo, por Coke, el de Munir a De Jong. Y Bardhi por un Vukcevic con gesto cansado y descatalogado para el tipo de partido que hacía falta. Ni punto de comparación con la primera tanda de cambios de Lopetegui, que hizo tres pero sin recurrir a la pólvora. En la siguiente tanda, Paco afiló los dientes con Hernani. El portugués, junto a Miramón, levantó la barrera del carril derecho y por ahí llegó todo el tráfico ofensivo que había faltado.