Es inexplicable. La norma FIFA lo dice bien claro, aunque Melero López apeló ante los jugadores a otra supuesta circular. En todo caso ahí estaba el monitor para rectificar. Pero ni por esas. El dichoso videoarbitraje apareció fatídicamente en el descuento de La Cerámica para matar al Levante, compuesto y sin el gol a todas luces legal de Dani Gómez que era el 2-1. Tres puntazos tras un partido de altibajos en el que los de Paco López fueron mejores a los puntos. Roger no molesta a Iván Villar, al que el balón le pasa entre las piernas. Pero el árbitro entendió que sí cuando la imagen dejaba claro que el incordio es Murillo, su propio compañero. Rebobinó varias veces y ante la indgnación y asombro de los granotas ordenó sacar de portería. Victoria a la basura.

El Levante se fue con un empate que debió ser victoria. Tres puntos a los que no renunció en ningún momento. Ni siquiera sobre la bocina. Habría sido el premio a la insistencia después de un segundo acto de más a menos en el que la ventaja del 1-0 duró un suspiro. Roger había abierto el marcador tras un penalti de Nolito a Miramón nada más volver de los vestuarios. El Pistolero cambió su palo de seguridad después de fallarlo ante Osasuna y engañó a Iván Villar. Sin embargo, no hubo tiempo de degustarlo. Aitor Fernández le sacó un disparo a Aspas con el pie y en la siguiente acción llegó el empate. Denis sacó petróleo de una pérdida de Postigo. El centro se paseó por la portería, Duarte no llegó y en el segundo poste Toño estaba a otra cosa. Carreira se lanzó para marcar a placer.

Fue el peor rato con diferencia del Levante, que perdió el sitio y tuvo que apretar los dientes para que no lo voltearan. Y eso que era en el área del Celta donde ocurrían todas las cosas. Morales se escurrió y disparó en posición forzada una vez que vio claro que Roger no llegaba. En esa jugada el Comandante se lastimó el tobillo y abandonó el campo. Su recambio fue Dani Gómez, uno de los grandes protagonistas. El ex del Tenerife lanzó el siguiente tiro a puerta y, aunque desperdició otras situaciones, marcó el gol. Junto a De Frutos, el verdadero culpable de la revolución final, fue el responsable de que el Levante se comiera al Celta en los últimos minutos. Rochina lo siguió intentando, pero fue el extremo quien no llegó al primer poste para recibir otro buen servicio de Miramón. Faltó claridad arriba, pero si el equipo no ganó es porque no le dejaron.

Y es que, a diferencia de en San Mamés, el Levante salió con el cuchillo entre los dientes, dispuesto a borrar cualquier mancha tras el partido en San Mamés. El guión lo tenía claro: presión alta, intensidad en los choques y fútbol rápido. Sobre todo cuando pasaba por las piernas de ese estupendo diapasón que es Malsa. Un futbolista con un margen mínimo de error que siempre da pases hacia adelante. El problema fue que todo ese caudal no llegó a la portería de Iván Villar, cuya aportación al descanso fue un despeje de puños. Sobrados de revoluciones, los granotas generaron mucho peligro pero les faltó el último pase. Miramón metía tensión con sus llegadas, Melero arrancaba fuerte desde atrás y Campaña ponía los toques de distinción. Araujo y Murillo le rebañaron el balón a Roger y Morales, respectivamente, en las dos mejores jugadas corales del primer acto.

Quien más lo intentó fue Campaña, con la marca de guerra de la bota de Nolito en la cara. El internacional, generoso en sus ayudas a Toño, lo intentó de falta y apretó demasiado fuerte al botón del centro en otro de esos servicios sin rematador. En su regreso a la portería, Aitor no estuvo en el foco. Aspas desaprovechó las pocas llegadas celestes, una pérdida de Campaña y un mal despeje del portero. Olaza se llevó la amarilla por simular burdamente un penalti en un mano a mano al que llegó derrotado. No era en el área local donde pasaban las cosas. El partido murió en la visitante. El escenario del crimen.

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