El polémico final de ‘Juego de Tronos’ ha vuelto a dividir a los fans, como ocurre cada vez que acaba una serie de audiencias masivas. ¿Debe ser el último capítulo el mejor de toda la serie? En el caso de que decepcione a sus fans, ¿desmerece eso todo lo que se nos ha contado en episodios anteriores? Es verdad que el último capítulo de Juego de Tronos, podría haber sido mejor. Pero no se puede decir en absoluto ni que fuera malo o que no haya sido un digno colofón para una de las mejores series de la televisión. El que haya sido criticado por algunos de sus fans tampoco tiene por qué desmerecer a las temporadas anteriores.

Para quien critica la brusquedad del cambio pegado por Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) en esta última temporada, no creo yo que contar lo mismo en más episodios hubiera cambiado algo. ‘Mad Men’ era una serie magistral en mostrar la evolución psicológica de personajes a lo largo de sus entregas, pero no creo que sea esto lo que tengan en mente los detractores del final de Juego de Tronos. Otro ejemplo, lo tenemos en ‘The Walking Dead’ donde el desarrollo del trauma de los personajes tras la llegada de Negan fue recibida con huidas masivas de audiencias. Se trata de no estirar el chicle y contarlo cuánto antes mejor. Los procesos mentales por los que pasa Daenerys a lo largo de la temporada están perfectamente reflejados. Muchos se hubieran indignado igualmente, por mucho que hubieran ralentizado esta trama. Creo que el verdadero problema siempre ha sido que la serie se acaba. También habrá que ver cuánto hay de fenómeno troll tras esas oleadas de indignación.

El final podrá haber gustado más o menos, pero me parece un verdadero despropósito contra la libertad creativa que algunos fans exijan a los guionistas que rehagan su trabajo y quieran imponer a golpe de firma cómo debe terminar su serie. Al que no le guste, que vea otra cosa. Ahora viene que ni pintado ese capítulo interactivo de ‘Black Mirro’r, Bandersnacht, que daba muestras de muy mala baba al ofrecer al espectador la falsa sensación de que controlaba el desarrollo de la acción. En realidad todo estaba abocado a que éste siempre tuviera que elegir lo mismo sí o sí.

Una causa de esta obsesión por el final redondo es la traslación de los criterios del lenguaje cinematográfico al televisivo. De ahí viene esa famosa frase de que las series ahora son películas de diez horas. Por tanto, en el último acto se supone que se debe dar la traca final. Y esto no siempre ha sido así. Las series nunca habían tenido por qué tener un final. Siempre había sido más importante el viaje que el destino. En ellas, se nos presentaban a una serie de personajes y lugares que hacíamos nuestros y a donde volvíamos a relajarnos mientras descansábamos de la rutina diaria al salir del trabajo. El episodio final no se centraba en resolver años de argumento, sino en despedirse del público.

A veces los autores ni siquiera tenían el tiempo para dejar la historia cerrada, porque la guadaña llegaba en un momento en el que el episodio de fin de temporada se dejaban todas las tramas abiertas confiando en enganchar al espectador para la entrega siguiente. Sin embargo, ésta jamás iba a llegar por culpa de la cancelación anticipada.

Esto es algo que sigue pasando y es una realidad que la gran mayoría de las series no pasan jamás de la primera temporada. Un ejemplo reciente de cancelación prematura fue el final de Sense8 que dejó al espectador colgado tras la segunda temporada.

Netflix finalmente accedió a hacer una película final donde se cerraran todas las tramas que quedaron abiertas para contentar a los fans. Lo mismo va a pasar con Deadwood, el western de HBO que fue cancelado hace 13 años tras tres temporadas y que este mes de junio regresa a la plataforma con una película en la que por fin se terminará la historia. Ya puestos, esperemos que alguien se acuerde de Carnivale, otro título de culto de HBO que tuvo que ser cancelado en 2005. Pese a ser una historia sin final, sigue siendo una serie de culto que nuevos adeptos siguen descubriendo. Que no tenga final, no la hace menos recomendable. Más suerte tuvo Joss Whedon con Firefly que, pese a su cancelación en la primera temporada, no se quedó colgada con un cliffhanger en la última escena. Ésta pudo resucitar para la pantalla grande en una película que mostraba lo que habían previsto para las temporadas siguientes.

Las series más privilegiadas cuentan con tan amplia audiencia que comodamente aguantan años y años, conservando un público fiel e incondicional, sin que se note mucho que la gran mayoría de sus seguidores dejaron de verla hace tiempo. Son las series que acaban muriendo de viejas. Para ellos, suelen rodarse estos especiales de cierre. CSI Las Vegas se despedía tras más de quince años en antena y tres spin offs con un episodio especial trayendo a Grisson (William Petersson)de vuelta para enfrentarse a su último gran caso. Expediente X se resiste a marcharse y se ha despedido ya hasta tres veces de sus fans a lo largo de estos añois para acabar volviendo y, si no lo ha vuelto hacer, es más por las reticencias de los protagonistas, especialmente Gillian Anderson. A veces es mejor saber marcharse a tiempo. Seguro que cuando a alguien se le ocurra poner punto y final a Los Simpsons, tras más de treinta años en antena, su final no va a dejar contentos a muchos. Otros dirán, ¿ah qué se seguía emitiendo?

Hay muchos detractores de las series largas, que prefieren títulos más cortos y de menos episodios y que dejen su historia totalmente cerrada al final. El problema que plantean muy a menudo es que en realidad cuentan en ocho o diez horas, lo que una película te cuenta en dos. ¿O no se notan esas series estiradas como chicles para llenar la temporada completa?

Cuando una serie opta por marcharse en el momento en que se encuentra en la cima de la popularidad, siempre habrá espectadores indignados con el modo en que se resuelve la trama. El ejemplo más reciente lo tenemos con Lost. Al igual que con Juego de Tronos, los fans le habían dado tantas vueltas a cada situación, cada frase, cada plano sacando teorías absolutamente de todo para, luego, cuando no se confirmaba ninguna de sus hipótesis, rompían en furia, diciendo que todo era una mierda y que les habían tomado el pelo. Otro final con polémica fue el de Los Soprano, con ese fundido a negro en mitad de la acción en el que los espectadores no sabían en un primer momento si tenían una avería en el televisor o es que realmente esto se acababa así. A medida que ha pasado el tiempo, algunos de los entonces indignados ya han superado el cabreo y este final tiene el reconocimiento que se merece.

Cuestión aparte fue el final de Dexter, donde el principal problema fue que los responsables de la cadena Showtime no se atrevieron a acabar definitivamente con su personaje. Pretendían dejarlo en barbecho para repescarlo en un futuro, para nuevos episodios. Sin embargo, en las últimas temporadas habían encaminado la trama a un camino sin retorno que sólo podía llevar a la caída del psicokiller favorito de la audiencia. Esta vez sí se echó por tierra todo lo ocurrido en las últimas temporadas, mientras que la última fue simple y llanamente prescincidible.

Pese a las críticas por el desenlace de Juego de Tronos, las cifras hablan por sí mismas. Un total de 19,3 millones de personas vieron el capítulo final. Cuatro días antes, terminó también otra de las series más vistas en Estados Unidos, The Big Bang Theory con una cifra de audiencia de 18 millones de espectadores. Con la diferencia, de que la segunda se emite en abierto y Juego de Tronos en canales de suscripción. Ambas ofrecieron un final convencional para cerrar los últimos cabos sueltos y dejar que el espectador se despidiera de sus personajes favoritos. A los chicos de Sheldon, quizá no se les exigía demasiado. Y además empezaban ganándose al fandom desde el principio del episodio con un resumen de dos minutos en el que se repasaban algunos de los mejores momentos de doce años de serie. Chuck Lorre se podía permitir ser convencional en su despedida, los chicos de los dragones no y encima se cargaron a la khaleesi.