Suerte que no fue un hombre blanco quien abofeteó a Chris Rock en la ceremonia de los Oscars, porque la escena más vista de la historia desde el derrumbe de las Torres Gemelas hubiera desencadenado un diluvio de llantinas morales para mayor mortificación de la sufrida audiencia.

Despojado del componente racial, el bofetón de Will Smith (300 millones de euros) a Chris Rock (50 millones de euros) solo demuestra que los ricos también se pegan. Y dado que el protagonista de 'El método Williams' recibió a continuación el premio al mejor actor macho, la civilizadísima Academia debería especificar si arrearle un guantazo a un presentador es un requisito para obtener el premio. Hollywood avala a los violentos, y los ovaciona tras la exhibición pugilística.

Permitir que Will Smith recogiera la estatuilla demuestra que Estados Unidos no solo es el país más violento del mundo, sino que premia y por tanto apremia a llegar a las manos. El actor homenajeado después de abofetear o por haber abofeteado no podía conformarse con una demanda por la infantil herida al honor de su esposa, o con subir al escenario para rebatir dialécticamente al humorista, o con marcharse a casa ofendido. Era preferible ejercer de grandullón que ha interpretado a Cassius Clay y practica el bullying con una personas más pequeña, bajo la coartada de que defiende a una frágil damisela, la Jada Pinkett-Smith que es mucho mejor profesional que su marido. Frente a las poses de matón y el lenguaje fucking, los únicos detalles de elegancia los aportó Chris Rock. Y la cobardía de los académicos, con Anthony Hopkins citando la ejemplaridad del agresor porque "Will Smith lo ha dicho todo, tengamos paz y amor y tranquilidad". Leonardo DiCaprio soportó estoico un insulto más grosero sobre sus novias veinteañeras.

A partir de hoy, es un poco más difícil ir al cine. Cabría hablar aquí de las películas interesantes, si las hubiera. No he visto 'Coda', como todo el mundo. Para ser más exactos, no conozco a una sola persona que haya acudido a una sala a contemplar una obra maestra que no aguantó ni una semana en cines. Tampoco conozco a ningún ser humano que haya recorrido íntegra 'El poder del perro' por televisión, Netflix debería publicar el porcentaje de clientes que se han sacrificado a disfrutar de las dos horas eternas de paisajismo de Montana. La Academia no solo debe explicar por qué se premió a personas que no tuvieron la gentileza de pegarle antes a alguien, sino cómo se puede ser la mejor directora (Jane Campion) sin haber dirigido la mejor película. Es decir, los restantes componentes del proyecto en cuestión degradan la labor de su principal responsable.

El problema no es si has visto la anodina 'Belfast', 'Coda' o 'El poder del perro', sino si son las películas que deseas ver. No lo parece, dado que la suma de las diez nominadas al premio principal han recaudado cuatro veces menos que un solo 'Spiderman' o 'Batman'. Y cabe recordar que el cine es un espectáculo de masas o no es nada. Por cumplimentar una mínima evaluación, No mires arriba es el mejor título del año y por eso no ha ganado. Las otras joyas están en categorías postergadas, como el excelente documental 'Summer of soul', las canciones de Lin-Manuel Miranda para 'Encanto' o el extraordinario corto de Alberto Mielgo. Extasiarse ante 'El limpiaparabrisas' bien vale soportar un puñetazo.