Michael Phelps es el rey, un dios, el máster del Universo. Padre, hijo y espíritu santo a la vez. Y puede que me quede corta porque lo que está haciendo el de Baltimore se escapa a toda lógica y comprensión. No voy a ser yo quien niegue que es el más grande de todos los tiempos. No hubo, no hay y casi puedo asegurar que no habrá otro como él. Pero yo ayer iba con Laszlo Cseh. Es más, no conozco a nadie que ame la natación que no tuviera al menos el corazón dividido entre la admiración por Phelps y sus deseos de que el húngaro se colgara el merecido oro olímpico que le falta en su carrera.

Porque Laszlo Cseh es a la natación lo que Roger Federer al tenis. Me refiero a la clase y la elegancia, esa plasticidad en cada uno de sus movimientos, las cualidades naturales para la práctica de un deporte sin disponer de un físico privilegiado acompañado por una personalidad sin estridencias, sobrio en la victoria, educado en la derrota. Pero el suizo llegó a ser el incuestionable número uno de la raqueta hasta que Rafa Nadal primero y sobre todo Novak Djokovic después le desplazaron del trono. Algo de lo que Laszlo nunca podrá presumir pese a sus 69 medallas entre Juegos Olímpicos (5), Mundiales (16) y Europeos (48). En cualquier otro momento hubiese reinado a sus anchas, pero coincidir en el tiempo con Michael Phelps le condenó a vivir siempre en un segundo plano.

Si el estadounidense es un dios, Cseh es un extraterreste, un Alien, como rebautizó el propio Phelps a su rival más respetado. Simplemente esa consideración ya lo dice todo de él, que alguien como el de Baltimore aprecie a Cseh como lo hace. Casi podría asegurarse que el húngaro tiene una parte de culpa de la creación del monstruo Michael Phelps. Sin el magiar llevándole hasta los límites en cada una de sus pruebas, obligándole a batir un récord del mundo tras otro para ganarle, el norteamericano no hubiese cimentado una leyenda que llegó a su culmen en Pekín 2008, con sus ocho medallas de oro. En tres de sus cinco títulos individuales, 200 y 400 estilos y 200 mariposa, Phelps tuvo a sus pies al húngaro apretándole hasta el último suspiro.

Se vieron las caras también en los Mundiales de Barcelona 2003, Montreal 2005, Melbourne 2007, Roma 2009, Shanghái 2011 y Barcelona 2013, con los Juegos de Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012 por el medio. Cseh se subió al podio en todas y cada una de estas citas, siempre por detrás de Phelps, aunque la ausencia del estadounidense permitió las dos medallas de oro mundiales con las que cuenta el húngaro: en 400 estilos en 2005 y en 200 mariposa el año pasado en Kazan. La ciudad rusa fue el escenario del gran regreso de Cseh reconvertido en mariposista después de unos años grises. Título en 200 por delante de Chad le Clos, segundo en 100 y tercero en 50.

Pero su nuevo camino tampoco le alejó de Michael Phelps. Y Río de Janeiro era el escenario de la batalla final. Laszlo Cseh sorprendió en el Europeo con la mejor marca mundial del año (1.52.92) y eso nos hacía mantener la esperanza a todos sus fans de que por fin había llegado su momento. Ese registro le hubiese valido para ganar también en Río. A Phelps le bastó con 1.53.36. En el fondo, todos esos locos de Cseh sabíamos que la misión era más que imposible pero la séptima posición nos dejó fríos. Querido Laszlo, todavía te queda el 100 para ganarte ese pedacito de historia que te pertenece.