­Hay otras formas de perder con Estados Unidos, pero el resultado es siempre el mismo. Releguemos pues el desenlace acostumbrado, para centrarnos en la magnitud del acontecimiento. El baloncesto femenino ha protagonizado la única final por equipos de España en Río´16. Por si esto fuera poco, la selección lleva disputadas tres finales consecutivas en el deporte de la canasta, salvo que en Pekín y Londres correspondieron al apartado masculino. Hasta aquí los datos a secas, ahora llega el comentario. Las selecciones españolas de todos los deportes han cosechado un resultado ceniciento en Río´16. El país de Ramón y Cajal vuelve a depender del ímpetu individual para sobresalir internacionalmente.

Por otra parte, el deporte femenino no solo iguala al masculino, sino que toma el relevo. El adelanto era infrecuente, y por tanto reseñable. Frente a otras estadísticas menos esperanzadoras, este reemplazo no sería posible sin el empoderamiento, seamos cursis en la elección de vocabulario, de la mujer española. Por supuesto, una cosa es mejorar a la selección masculina y otra ganar a Estados Unidos. El partido librado ayer por el conjunto femenino equivale a la final de Los Angeles´84 para el masculino. Un excelente punto de partida, visto lo que vendría después.

Los escépticos no advertirán diferencias entre llegar a semifinales o a la final, si el muro de la NBA impide dar un paso más. Sin embargo, no es lo mismo plata que bronce. La selección masculina cometió un error estratégico, al no planificar desde el inicio de los Juegos una final que estaba a su alcance.

En sentido inverso, al observar la fácil victoria de las mujeres de Estados Unidos, rebrota la incógnita sobre qué habría pasado si los españoles hubieran intentado vencer a los americanos, en lugar de pactar una derrota sin estrépito. Por desgracia, la respuesta apunta a otra forma de derrota.

Alba Torrens modifica las coordenadas del partido donde se encuentra. Media la misma diferencia entre la número siete y sus compañeras que entre Estados Unidos y España. La mallorquina siempre mira hacia arriba. Desde una presencia física ideal, explota cada desplazamiento sobre la pista. Como se dice de los grandes actores, sabes que va a pasar algo en cuanto aparece. Participa, construye, ataca por todos los flancos. Le ha metido una marcha adicional al baloncesto femenino español. Puede que haya asumido un protagonismo excesivo en la final, pero no había más y daba igual.

Río´16 pasará a la historia por el espaldarazo al deporte femenino. Escudarse en diferencias atléticas equivale a declarar que el renacuajo Messi, que vuelve a deslumbrar, no es apto para la alta competición. Asistimos a una separación de las disciplinas deportivas por estilos en vez de sexos. El baloncesto no es un deporte único, quién lo iba a decir.