El Valencia se ha caracterizado con Peter Lim por haber tenido de todo en el banquillo. Neófitos como Gary Neville que no era entrenador y que de hecho continúa siendo comentarista de televisión. Amigos que le recomendaban sus amigos como resultó acabar siendo Celades. Apuestas arriesgadas a lo Pako Ayestaran. O bomberos como Voro que las primeras veces dejó su puesto de delegado y esta última ya ni eso.

Con antecedentes así, casi penales, era de esperarse cualquier cosa. De ahí que por primera vez el ‘suena Míchel’ diese miedo y no risa. Suerte que el elegido haya sido Javi Gracia, al que buena señal será que en un tiempo se le vuelva a llamar ‘Xavi’. El navarro, que llegó a estar líder en la Premier con el hoy descendido Watford, de entrada cumple con el requisito mínimo del que carecían sus predecesores.

Gracia es un técnico con bagaje y éxitos a la espalda desde su debut con el Pontevedra. Además, ha toreado con jefes de variopinto pelaje y, sobre todo, habla el mismo idioma que los futbolistas. Los que han estado a sus órdenes coinciden en su gusto por mensajes concisos y triturados con los que sacar el máximo rendimiento del grupo. Prefiere eso a disquisiciones y corsés sobre sistemas inamovibles. Y, a pesar de su inconfundible acento, si hace falta se maneja en inglés, aunque como reconoció en su presentación no ha hablado con Lim, lo cual tampoco se sabe si es malo o bueno.

«La duda ofende»

Como después de la hecatombe que precipitó la apuesta por Marcelino, de nuevo vuelve a haber un entrenador en condiciones en el banquillo y es desde luego es una suerte que los informes de Corona hayan servido para algo. Sin embargo, el problema persiste y hasta causa pánico no ya que a diferencia de entonces falte la figura de Alemany sino que sean Lim y Murthy quienes la hayan asumido.

El soplo de aire fresco de Gracia, que no debería ser la noticia pero lo es, contrasta con el aroma de las primeras decisiones sobre la plantilla y las dudas sobre hasta qué punto el técnico tendrá margen de maniobra para desviarlas del precipicio de Meriton Holdings. Por ahora, en el momento más crítico y esperado de su puesta de largo, cuando respondió no sin rodeos a la pregunta de si su perfil se ajusta al de un funcionario, consiguió salir airoso: «La duda ofende: no miraré ningún otro condicionante que no sea el trabajo de los jugadores».

Pasar de las palabras a los hechos, navegar en aguas revueltas, no pasarse como Marcelino y tampoco no llegar como Celades son los retos a los que se enfrenta en un banquillo al que la gran suerte es que llega perfectamente aprendido.