La Liga española acaba de firmar un acuerdo con Port Aventura, el parque de atracciones que se encuentra en la provincia de Tarragona. Eso, que podría ser una noticia simple de un periódico de economía, no ha tenido repercusiones o casi ninguna. Pero, para mí, significa un movimiento más dentro del tablero de ajedrez que existe en el deporte-negocio, con el fin de obtener cuotas de mercado no solo en la televisión sino, en general, en los gastos que las familias tienen asignados para la diversión.

En efecto, se tratará de un lugar, dentro del llamado PortAventuraWorld, en el que el fútbol tendrá un juego, a través de las ya más que famosas Apps, integradas de lleno en nuestras vidas, además de una tienda sobre la Liga (y sus equipos), algo que no podía faltar y, también, un negocio gastronómico, aunque de este poco se sabe y desconocemos si habrá una hamburguesa bética o un blanc i negre valencianista o si, por el contrario, se tratará de algo más depurado.

No me extrañaría encontrar una carrillada azulgrana con emulsión merengue y verduras rojiblancas... si tendemos a buscar estrellas Michelín. Pero, sea una cosa u otra (o algo intermedio), estamos ante una búsqueda de ingresos espurios, sin querer faltar. Es decir, obtener fuera de los canales más normales unos dineros que podrían ayudar al fútbol.

Cuando uno va a un partido de fútbol americano, de baloncesto, beisbol o de hockey sobre hielo, allá en los Estados Unidos, se da cuenta de que la mercadotecnia es superior a la de nuestro fútbol y que, además, esos nombres de NFL, NBA, MLB o NHL están en todos los lugares, fuera de los terrenos de juego o los estadios. Eso es lo que se quiere, a través de ese acuerdo, por parte de la Liga. Ya se movió en términos de modernidad, y también de intento de obtener ingresos y nombre fuera de lo habitual, con la creación de equipos de e-sports o deportes electrónicos, así como con los equipos de automovilismo de clubes. Todo ello nos lleva a pensar que, con Covid o sin él, y con las pérdidas que conlleva el bicho pandémico, el deporte encerrado en sí mismo, que mantenga un estricto sentido unitario, está llevado o bien a morir o a quedarse pequeño y, si me permiten el símil, en fuera de juego...

Ya no es (solo) cuestión de adaptar horarios para Asia y vender camisetas en Qatar, sino de algo mucho más visionario, aunque es más bien obvio que se debe hacer si no se quiere quedar uno fuera del mercado y de la obtención de beneficios extraordinarios.

Aún siendo obvio, muchos no lo han visto ni lo ven aún, y la Liga española hace bien en no quedarse parada en una fotografía antigua, aunque no somos pocos los románticos del fútbol ‘a la vieja usanza’. Pero ya no es ni será nunca más así o, si lo es, el fútbol retrocederá desde el punto de vista económico. ¿Lo queremos o no?

Se quedaron fuera de uso el télex, o el fax y el teléfono fijo (ambos prácticamente) y no nos hemos quejado. Ahora bien, estos no eran amores infantiles que perduran para siempre, de la mano de nuestros padres, abuelos o demás familiares que nos llevaban a sufrir o a disfrutar. Ha muerto, o casi, el rey (fútbol) y, por ello, larga vida al nuevo rey (fútbol)...

Pero, ahora que llegan fríos o fresquitos de repente, conviene recogerse algo en casa, y recomiendo ver la película de Peter Greenaway, ‘El contrato del dibujante’ (1982), dónde nada es lo que parece, y disfrutar con la excelsa banda sonora de Michael Nyman. Me lo agradecerán, o eso espero...

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