Ha sembrado demasiadas inquietudes este Valencia y, quizás por ello, parece afrontar cada partido como si fuera una final por no se sabe qué. Es humano pensar que ninguna desgracia es peor que la propia, pero se hace necesario levantar un poco la cabeza. Y darse cuenta de que, por ejemplo, el Celta acaba de dejar marchar a una de sus mejores piezas -Olaza- para no tener que pagarle a Boca cuatro tristes millones de euros, que el Valladolid abonará a final de temporada únicamente si mantiene la categoría -extremo este que los argentinos, en bancarrota técnica también, han aceptado-. El fútbol español se desangra y el Valencia no deja de ser un tuerto en país de ciegos.

Pésimo espectáculo

Y por ello seguramente el espectáculo que nos ofrecieron Valencia y Celta fue pésimo. Los primeros son indescifrables: tan pronto corren como no corren, presionan arriba como se cuelgan del larguero de su portería, alinean a Guedes o Kang In como los dejan en el banquillo sin saltar a desperezarse, sacan al campo a los nuevos fichajes como se olvidan de ellos. Un cúmulo de despropósitos que, sin embargo, basta y sobra para ser mejores que equipos como este Celta paupérrimo que vive de aquella primera racha de resultados, muchos de ellos conseguidos con no poca fortuna, que tuvo nada más cambiar de entrenador.Y es que el once inicial celtiña da auténtico pavor -Ferreira, Solari, Aarón, Mina-, a años luz del que sus aficionados recuerdan de no hace mucho, casi tanto como este Valencia de aquel que diera a su afición tantas alegrías.

Kang In y Correia

Ante el Celta marcaron la diferencia dos buenos pases de Kang In y Correia, los mejores del partido y dos de los peor tratados hasta la fecha por su entrenador. Kang In personifica, además, en lo que se ha convertido su equipo. Un día sale a comerse a los rivales y otro a darse un paseíto a la espera de buscar más verdes prados en otros lares.

El portugués

Guedes epitoma, por su parte, la absurda lucha del entrenador con la propiedad del club. El día en que todos se arrastran ante el Madrid, el único sacrificado es Guedes, último símbolo de aquel Lim que aún gastaba algo de dinero como quien la rompe con el black jack. El único perjudicado de esos caprichos pueriles de Gracia es su equipo, que se pega un tiro en el pie cada vez que envía el balón a la izquierda y encuentra a Blanco en lugar de al portugués.

Otro fútbol

Alguien tuvo la mala idea de programar el partido del Levante justo antes del duelo en la cumbre por la permanencia entre Valencia y Celta. Lo del Wanda pareció, visto con un par de días de distancia, un fútbol de otra categoría. Si en Mestalla se jugó a un ritmo de campeonatos tropicales, en Madrid se cortaba el vértigo en cada jugada. Enorme este Levante de Paco López, que alineó un once pensando en la Copa y aun así fue capaz de señorear con insultante comodidad toda la primera parte y aguantar el lógico chaparrón colchonero después. Pincharon los granotas -gracias, Paco- esa enorme milonga que hacía del Atleti la quintaesencia del fútbol moderno, cuando no deja de ser una copia, muy conseguida eso sí, del Mourinho de toda la vida.

Tebas se equivoca

Se equivoca, y mucho, Tebas cuando sigue cantando las alabanzas de Peter Lim. Y solo se justifican sus desvaríos, raros en alguien por lo general bastante lúcido, por la desesperación con la que observa la degradación de una Liga que fue sobre todo él quien logró alzar al escalón de arriba del fútbol mundial. Un somero repaso de la clasificación a día de hoy nos enseña, así, que son justamente los clubes que decidieron mantener el tipo y no desinvertir en tiempos de pandemia -Levante, Real, Atlético, Betis, Sevilla, Villarreal- quienes están acercando más los resultados a sus legítimas aspiraciones. Los que han sucumbido al fácil recurso de vender para cuadrar balances se ven con el agua al cuello. Y por encima de todos el Valencia y su decisión de poner el club en manos de ignorantes y mediocres con la tijera como único recurso, que de ampliarse al resto de clubes de la Liga terminará por convertirla en un campeonato menor. Lim no es ejemplo, por tanto, de nada sino más bien un serio aviso de los serios problemas que estos propietarios sin escrúpulos ni conocimiento alguno del negocio pueden suponer para el fútbol español.