La bendita costumbre de la reinvención

Reconocer que hay hechuras para más no es algo que se deba esconder sino que hay sacar pecho por ello

Juanma Romero

Juanma Romero

No es nada nuevo resaltar que los tiempos de pandemia han venido muy bien a los clubes para reforzar su propia coraza y llenar de oscurantismo informativo todo aquello que no interesa. Por ello, es de agradecer la salida a la palestra de Quico Catalán para hablar sin tapujos de esos detalles, que interesan a los medios de comunicación, pero que sobre todo tienen en vilo a los aficionados.

En el poso de la comparecencia del presidente quedaron, entre otros, dos de los grandes debates generados entre la afición granota y que son palpables sin necesidad de excavar demasiado. Uno es el de la manida autocomplacencia. Reconocer que el objetivo era la permanencia es una evidencia. Esto no debe esconder la decepción por el tramo final escrito en un año que llevaba visos de ser histórico.

La efervescencia copera cambió a un eclipse de dudas, desasosiego y malos resultados. Un final largo que aunque no dejó el agónico final por la supervivencia que se vivió en Girona hace pocos años, sí evidenció que se podía haber hecho algo más. Esa sensación no es nueva de esta temporada. Con un club afortunadamente cada vez más asentado entre los grandes, el grado de exigencia interna, ha de ser mayor. Reconocer que hay que hechuras para más no debe ser algo que esconder, sino algo de lo que uno puede sacar pecho con orgullo. Este Levante debe pelear por la permanencia, sí, pero nunca debe de dejar mirar hacia arriba cuando su juego y también los resultados lo han confirmado.

El otro caldo de cultivo es el plan para la campaña 2021-22. No se presenta ni mucho menos sencillo La estrechez económica obliga a vender. Es un detalle objetivo. Para cumplir con el margen financiero habrá que deshacerse de algún pilar importante, llámese De Frutos, Bardhi, Campaña o Aitor. Ante esta fotografía el sentir del seguidor granota es lógico y muestra preocupación por un descenso del nivel de la plantilla y los pocos visos de poder realizar inversiones importantes por jugadores contrastados o que tengan renombre. Con este guión definido volverá a entrar en juego el cuerpo de arquitectos deportivos del club comandados por Manolo Salvador y David Navarro. Acostumbrados a navegar en mares convulsos aunque sin mucha agua, deberán sacar su chistera a relucir para encontrar otro De Frutos o el Bardhi de turno. Con una competencia que ahoga, no será fácil, pero en el Levante están acostumbrados a ello. Reinventarse y crear ha sido la tónica que ha reinado en el Ciutat. El riesgo existe, pero es imposible evitarlo. Se espera un verano desértico, largo y paciente en el que además no estaría de más echar un vistazo a la cantera. En tiempos de crisis, la solución puede estar en casa. Pepelu, Pablo Martínez o Blesa seguro que van a tener su oportunidad. El legado de Roger o Morales debe refrescarse.

Con todo esto, se encuentra la figura de Paco López. El desgaste del técnico ha sido una realidad. El propio Paco lo ha reconocido en más de una y dos ocasiones. Las mismas caras durante muchos años cansan en el fútbol. El espaldarazo público al entrenador era necesario y Quico lo supo leer a la perfección si bien lo mezcló con un mensaje de autoexigencia. Otra cosa será el desarrollo de una campaña en la que acaba contrato con todo lo que esto supone y que inexorablemente irá ligado a la intrínseca, implacable y archiconocida ley del fútbol.