Trainspotting

Cada vez estoy más de acuerdo con Lahuerta.No le gusta el fútbol, solo el Valencia

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Tiene razón Irvine Welsh cuando asegura que el fútbol no pertenece a los aficionados desde hace mucho tiempo. En cambio, el escritor escocés desbarra cuando tira de nostalgia para cuestionar la actual globalización balompédica. En Mestalla la mayoría de estrellas vinieron del otro lado del Atlántico, empezando por Kempes, pasando por el Piojo López hasta llegar a Aimar. Es más, Baraja tuvo mejor prensa en la grada que Pep Claramunt, y Villa infinitamente más que Fernando. El nacionalismo futbolístico es un imposible, solo hay que contemplar un duelo de la Eurocopa para comprobar que se ha impuesto el mestizaje. Lo asumí desde que vi debutar al argentino Óscar Rubén Váldez con la selección española, con la que pudo jugar gracias a un falso certificado de ‘oriundo’ palabra cuyo significado aprendí en 1972. El sinónimo contemporáneo es ‘naturalizado’. Una constante desde aquella Italia campeona del mundo en 1934 que alineó en sus filas a los argentinos Raimundo Orsi y Luis Monti. Incluso Alfredo di Stéfano o Ferenc Puskas jugaron con la Roja en los sesenta en plena exaltación nacionalcatólica.

‘Cachín’ Váldez cumplirá el viernes que viene 74 años. Disfruté mucho con sus gambetas imposibles al borde del área, una especie de adelantado a Messi, de similar aspecto e igual de escurridizo. Se quedó por aquí tras colgar las botas en Castalia y fundó en Picanya la mítica Escuela Váldez, que fue de las primeras en tener campos de césped para aficionados.

Me pasa igual que a Welsh con las selecciones, y eso que él es de la que inventó el fútbol verdadero. Será porque cada vez estoy más de acuerdo con Lahuerta, al que no le gusta el fútbol, solo el Valencia. Ahora disfruto más con un libro y una serie, y en caso de ver un partido de la Eurocopa opto por comentaristas en inglés o el sonido ambiente, porque cuando escucho a los voceros descaradamente madridistas de la Roja enseguida me viene la imagen de la pandilla de Mark Renton en Edimburgo, con ese psicópata violento, el desesperado, el mujeriego con un conocimiento enciclopédico sobre Sean Connery y ese entusiasta de Iggy Pop. Tipos que viven en un mundo aparte.