Se ha convertido en costumbre que la pretemporada arranque con un partido entre el Valencia y el Villarreal. No está mal para entrar en calor, si bien el morbo de hoy poco tiene que ver con el de hace un año. Aunque sobrevuela de tanto en tanto alguna opción, esta vez no ha habido trasvase ni una lista eterna de descartes por parte del Valencia, que al hacerlo con Guedes y Diakhaby se ha ahorrado el trauma de poner en la rampa de salida a jugadores emocionalmente imprescindibles: el portugués es el mejor del equipo pero solo cuando quiere, que es pocas veces o cuando se aproxima la Eurocopa, mientras que sobre el vacío del francés si se marcha no hay mucho que decir.

Seguro que a Bordalás le gustaría sentirse en la piel de Unai Emery viendo cómo el Villarreal, flamante campeón de Europa, sigue ficha que te ficha, pero hasta la fecha nadie le ha pillado una mala cara, más bien al revés. El primer fichaje ha salido de una lista en la que él escogió a Alderete y para los siguientes el modus operandi será el mismo, lo que de entrada garantiza un consenso que con Javi Gracia no hubo.

Otra cosa es hasta dónde va a poderse llegar en la ambición por Arambarri o Lerma cuando el monedero solo llega para cesiones y opciones de compra asequibles por variables antes que obligatorias. Se trata de una circunstancia que podrá justificarse por el control financiero pero que es impropia de un club de la talla del Valencia. Más aún cuando la aparición de un máximo accionista como Peter Lim llegó a justificarse con el argumento de que nunca más volvería a pasar esto que lleva pasando demasiado tiempo. 

Mural

Sol se marchó siendo muchas cosas por, para y en el Valencia, pero sobre todo lo hizo siendo una leyenda. Un detalle que sea el primero en lucir la nueva camiseta.