Siempre llegan cuando menos las esperas y cuando menos las quieres. Totalmente inoportunas. Cuando crees que estás cerca de tu nivel óptimo y tienes una gran versión tuya sobre el terreno de juego es muy habitual que aparezca alguna lesión. Es una de las consecuencias que puede tener un esfuerzo máximo y el estrés de la competición.

Cuando practicas ejercicio, sabes que las lesiones son cosas de cualquier deporte. Son consecuencias de practicarlo. Yo creo que, sin ellas, el deporte sería menos deporte. Es cierto que en la mayoría de los casos siempre aparecen en el peor momento, cuando menos lo deseas. Eso es así porque cuando encuentras tu mejor versión es porque más estás trabajando. Y no solo dentro del campo, sino también fuera de él: el cuidado de la alimentación es más estricto, descansas bien, tu mente está en el deporte al 100% etc.

Al principio, cuando te dan un diagnóstico que no es positivo para tu mente, lo ves todo negro. Ves que de acaba todo. Ves que hay una posibilidad de que no vuelvas como estabas, puedes perder tu posición en el campo, te distancias del grupo y del cuerpo técnico, experimentas un pequeño sentimiento de soledad… vamos, que no ves nada positivo. Hasta que asimilas tu lesión (puedes tardar unos días o más, depende de la persona). Pero cuando asimilas todo lo que te está pasando y apartas los pensamientos negativos de tu mente, es cuando empiezas a ver la lesión como una oportunidad. Cuando te lesionas, tienes tiempo para fortalecer más tanto piernas como brazos y para dar al botón de “Reset” en la cabeza. Si que es cierto que pierdes ritmo de entrenamientos y partidos, pero eso se recupera conforme te vayas incorporando con el grupo.

Conforme pase el tiempo, es un momento para trabajar lo que durante una rutina normal no puedes trabajar. Trabajas tu lesión, haces tren superior, tren inferior, te esfuerzas al máximo porque tienes el objetivo de volver bien (o mejor) y lo antes posible, y, sobre todo, tienes la paz mental y tranquilidad que te acompaña durante toda la lesión de no estar compitiendo contra nadie. Piensas en el ahora y ya está. Lo demás no importa. Por supuesto, otra de las cosas que te da la lesión es el fortalecimiento mental. Te sientes frustrado/a, impotente de no poder ayudar al equipo, solo/a… y eso hace que, en un futuro, no sea tan fácil hacerte sufrir. Es necesario pasar por situaciones difíciles para crecer, hacerse fuerte y valorar los buenos momentos. Esto te convierte en un/a deportista de élite de pies a cabeza. Una persona que sobrevive y se antepone a cualquier revés.

En el caso del fútbol, el volver a correr, ponerse las botas, estar con los/as compañero/as, tocar balón, volver a sentirse futbolista… son sentimientos indescriptibles. Y más, cuando vienes de estar un tiempo sin poder vivirlo. Todo se valora mucho más después de una lesión. Es la enemiga número una, la que a veces es responsable del fin de muchas carreras deportivas, pero también esa “amiga” que te hará madurar, aprender y te fortalecerá física y, sobre todo, mentalmente.