Arranca la temporada y Diakhaby sigue con cara de «¿qué hago yo aquí?». Más perdido que cuando sales de ver una película de Nolan, a Mouctar ni está ni se le espera pese a todas las condiciones que siempre ha insinuado. Hubo una época donde rechazar 40 millones no era ninguna locura. Aquello fue el principio del fin. Como desbordado por las expectativas, Diakhaby dejó de ser un proyecto de estrella para convertirse en meme incluso para mis amigos menos futboleros. De atleta prometedor a niño prodigio con Marcelino, su exuberancia perdió todo el sentido incluso antes de que el proyecto Celades fracasara. Si Valencia se llenó de viudas de Marcelino, Mouctar se convirtió en viuda de Garay, guía en una defensa con las cosas cada vez menos claras.

Solo aquel partido en la barraca de Ámsterdam para pasar a octavos maquilló su actuación en Champions, tras una roja absurda en Lille. Ahí vendrían los correctivos, todos con Diakhaby en la foto. Mallorca, Getafe, Atalanta en la ida y, sobre todo, en la vuelta. No hacía ni un año de lo de los 40 kilos y ya nos parecía todo muy lejano. Ante el Levante, tras el confinamiento, tardó apenas seis minutos en conceder una mano más con toda España atenta al primer partido de la nueva normalidad en LaLiga.

Llegó el verano, y con él, la primera fase del adiós al clan francés. Coquelin primero y Kondogbia fuera de plazo después. Con Javi Gracia lo jugó todo pero no convenció nunca. Cádiz, para colmo de males, reventó la confianza de un tipo ya hundido. La temporada del galo vino y se fue. De nuevo verano, de nuevo sin rastro de apenas una fracción de lo que presuntamente llegó a valer. Otra vez adiós a una tanda de franceses, la de Gameiro y su ‘hermano mayor’ Mangala. Y lo más inesperado de todo, ni siquiera el cambio en el banquillo ha jugado a su favor.

Bordalás, experto en sacar jugo a Djenés, Cabreras y Brunos, no vio en las condiciones de Diakhaby a un jugador al que rescatar de su naufragio. Cómo debe estar Diakhaby para que Bordalás haya buscado central hasta el último segundo del mercado. Ni club ni jugador parecen querer seguir juntos, incapaces de hacer borrón y cuenta nueva pese a sus 24 años. Quizá, porque el propio jugador no parece mostrar el carácter para dar un paso al frente y rebelarse contra su propia deriva. Ni con el técnico que más le puede ayudar a recuperar el nivel que alguna vez ofreció en Valencia. 

Ni siquiera buscando salir por activa por pasiva al primer destino que pueda. Diakhaby no necesita un cambio de aires, necesita que venga el Señor Lobo a sacarle de esta. Llamar al vendedor de aspiradores de Breaking Bad para mandarlo de cabeza a una liga donde nadie sepa que algún día llegó a valer una fortuna. Mouctar, por su parte, parece no estar ni para coger el teléfono y hacer la llamada.