Al quinto día pudimos comprobar que el Valencia, aunque perdió, está de vuelta. Con los mimbres de la temporada pasada más un suplente del Hertha de Berlín, un delantero del Castilla... y el mejor entrenador posible para este Valencia. Los de Bordalás no han derrotado a ningún ogro todavía. El alicantino no logró ganar al Madrid, ni tampoco asaltar el Pizjuán o derrotar al Athletic en Mestalla. Pero el equipo, contra todo pronóstico, está ahí y todo el mundo sabe a lo que juega. Viendo el gol de Hugo Duro recordé las sensaciones de aquel primer Madrid-Valencia con Marcelino, todavía en agosto. Lato y Gayà asistiendo a Soler, puro Paterna. Kondogbia estrenándose con un trallazo y Murillo anticipando el muro que sería durante aquella primera temporada, en contraste con los dos 12º puestos de la era Neville-Ayestarán. Todos sabemos cómo acabó aquello, pero qué bien nos lo pasamos aquel primer año.

La ‘Bordaleta’ salió el domingo como en la mejor tarde del Valencia de Nuno, aquella de los tres goles al Atleti campeón de liga en veinte minutos, con Otamendi gobernando por arriba y André Gomes por abajo. Esos picos de brillantez, de aroma a año prometedor, resultan ya familiares. Después de dos intentonas brillantes para recuperar al Valencia de Champions, los brotes verdes me dejan sabor amargo. No es este el primer ramalazo de ilusión pasajera que se queda en anécdota. Esta peli ya la hemos visto. Pareciera que Bordalás ha hecho un milagro, pero lo cierto es que no ha hecho mucho más que Nuno y Marcelino a estas alturas. Con el asterisco, eso sí, de que el alicantino ha sido el que menos recursos ha tenido para lograr el gran objetivo común de los tres: darle la vuelta a un Valencia deprimido. Ya hemos visto cómo empieza... pero no queremos volver a ver cómo acaba.

No quiero volver a oír pitadas al entrenador (merecidas o no) en la presentación del equipo. No quiero ver noches de cuchillos largos tras un amistoso cualquiera en Lisboa. Ni hablar de clubes «caminando como un cangrejo» ni de copas no deseadas. Ahora que la cosa va bien, el Valencia está a tiempo de cortar el ciclo. De hacer ver al Valencia de Singapur que la gente de fútbol debe tener los mandos del equipo. De recordarle a Lim que Anil no es un hombre digno de su confianza. De enseñar que este proyecto merece el apoyo económico para volver a aspirar al top-4. Sin ir más lejos, garantizar al técnico la renovación de sus dos grandes bajas ante el Real Madrid, Soler y Gayà. De que la rémora del Nuevo Mestalla no se lleve por delante un presente ilusionante en lo deportivo, donde parece que se ha vuelto a encontrar el camino.