Claramunt y Kempes

De cuanto más lejos era la procedencia de los fichajes, mejor recibimiento y acogida. Sabemos que somos campeones de rajar del vecino, eso sí cuando no nos oye

Pep Claramunt

Pep Claramunt

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Mestalla siempre ha sido exigente con los de casa. ¿Un adn endógeno de envidia paisana? Ves a saber, pero en cualquier caso ha entronado enseguida a cualquier jugador, hubiera empatado con alguien o con nadie. Cuanto más lejos era su procedencia, mejor recibimiento y acogida. Ya sabemos que somos campeones de rajar del vecino, eso sí cuando no nos oye. 

Mario Alberto Kempes es especial. El argentino fue el ídolo que entró al Valencia en la revolución mediática del futbol por el arco del triunfo. Pese al magnífico currículum en el campeonato doméstico y su prestigio europeo, la llegada del Matador coincidió con la explosión de fútbol televisado, que alcanzó su máxima expresión cuando se alzó con en campeonato del mundo de 1978 en Argentina. Sus goles en la final del Monumental de Buenos Aires frente a Países Bajos nunca se nos olvidarán. ¡Éramos campeones del mundo! El ‘10’ del Valencia se coronó como máximo goleador del Mundial con seis tantos, y sus jugadas descomunales que habíamos visto tantas veces en Mestalla dieron la vuelta al mundo. 

«Ni mis goles ni la propia final, lo que recordaré siempre es la alegría en las caras de la gente», tiene dicho Kempes, y esa gran humildad nos atrapó, porque muchas de esas caras eran las nuestras. Todos los ídolos son de barro, pero son ídolos. Así que nada de lo que pasó después se lo tuvimos en cuenta. Por eso recibe hoy una de las máximas distinciones que otorgamos los valencianos el 9 d’Octubre. Un merecido reconocimiento que confirma otros grandes olvidos, como es el caso de Pep Claramunt. El mago de Puçol, uno de los jugadores claves para ganar la liga del 71, disputó 381 partidos oficiales en los que anotó 83 goles, y defendió la camiseta valencianista doce temporadas. Se retiró el mismo verano que Kempes ganó el Mundial, y su juego maravilló antes del boom televisivo. Para disfrutar de su clase había que ir al campo. Lo vi poco, pero aún tengo presente como su diminuta figura corría desde el medio del campo al área rival esquivando uno, dos, tres y hasta cuatro contrarios para plantarse en el área, y allí decidir si chutaba o asistía a un compañero mejor situado.

Claramunt fue un adelantado a ese tiquitaca que impusieron muchos años después Xavi e Iniesta. Coincidió dos temporadas con Kempes y se asociaban a la perfección. Los buenos futbolistas hablan el mismo idioma. Los valencianistas descubren tarde a los héroes locales. Pasó con Puchades, ahora con Claramunt y lo mismo sucederá con Albelda, el mejor trío de ‘6’ de la historia de Mestalla.