Qué ha pasado en el Newcastle y por qué debería importarle

El nuevo club ‘más rico del mundo’ es una mala noticia para el valencianismo; es otro ‘pacto con el diablo’

Mural del Newcastle

Mural del Newcastle

Nahuel Miranda

Nahuel Miranda

En el verano de 2004 y ante la sorpresa del entrenador, al Valencia «le faltó ambición». Rafa Benítez acababa de ganar un doblete y Juan Soler le dejó con ganas de más. Decidió irse al Liverpool y hacer en el descanso de la final de la Champions lo que ya hizo como valencianista en Montjuic aquel día en que todo el mundo pedía su cabeza.

Quince años después, repitió la fórmula en otro equipo blanquinegre e histórico como el Newcastle inglés. Llegó con una herencia mucho peor, un club virtualmente descendido. Lo que hizo fue aguantar en segunda, subir a las primeras de cambio y mantener al equipo dos temporadas en la élite... ganando mucho dinero con las ventas de jugadores por el camino.

En junio del 19, Benítez se cansó de Mike Ashley, dueño del club y «empresario que ni siquiera se preocupa por su equipo», en palabras del madrileño a The Athletic. «No tuve más opción que marcharme. Estaba claro que no habría inversión ni en la academia, ni en las instalaciones. No había esperanza de progresar o mejorar. (Los dueños) No querían invertir. No querían explotar el potencial del club, solo estar en la Premier y sacar beneficios». Nunca antes Newcastle quedó tan cerca de Valencia.

Sí, Mike Ashley es inglés y ha crecido rodeado de fútbol. Pero a fin de cuentas, el Newcastle fue una oportunidad de mercado para él allá por 2008. A Benítez le tocó revivir en el noreste inglés sus peores recuerdos en la capital del Túria.

Esos «meses de aguantarnos». Ese pedir un sofá y que le traigan una lámpara. Solo que el Newcastle era un buen equipo de la liga más rica del mundo, no el Valencia previo al estallido de los derechos de televisión y el fútbol globalizado. La afición, a día de hoy, le adora. Por sus resultados, sí, pero también por su oposición frontal a un dueño con la reputación con los suelos que, desde la semana pasada, ya es pasado del club.

No, no fueron los 35.000 socios los que recompraron el Newcastle, sino el gobierno de Arabia Saudí. Ashley se tiró buena parte de sus 12 años en el cargo intentando vender sus acciones, pero nadie le garantizaba al propietario una plusvalía suficiente sobre los 134 millones de libras que pagó en su día por el 100% de la entidad.

Muchos de los compradores quisieron incluir cláusulas que rebajaran el coste de la compra en caso de descenso, algo que el dueño rechazó frontalmente. Al final, ninguno de los indignados 35.000 abonados pudo poner los 300 kilos que aportan los árabes por el 80% de las acciones.

De los 20 clubes de la Premier, tan solo quedan seis con capital británico detrás. En segunda hay otros 14 clubes ‘extranjeros’ esperando a subir. Todavía no se ha visto a ningún club con capital no-británico ser recomprado por sus aficionados, normalmente más pobres que los dueños buscando su particular juguete. Es el problemas de los pactos con el diablo: suelen ser un camino solo de ida.