El viaje a Barcelona dejó un enfado importante en la plantilla y el aficionado. No es casualidad. La derrota alarga la sequía de triunfos pero los focos se fueron hacia un penalti que evidenció uno de esos problemas que existe con el arbitraje en el fútbol actual. La protección de todo el colectivo. Reconozco que siempre he sido defensor de los árbitros y de su difícil tarea, pero me preocupa que cada vez tienen más problemas en reconocer errores. Y eso genera más mosqueo generalizado en torno a su figura.

En las últimas semanas hemos vivido dos ejemplos: el gol en fuera de juego de Mbappé y el penalti de Gayà. Sobre el primero la UEFA tuvo los santos -inserta la palabra que quieras aquí- de decir que la decisión que se tomó fue correcta pero la interpretación del colegiado va en contra del espíritu de la norma. Es decir, se decidió en contra de lo que explica la norma pero se acierta. Lo dicho, se protegen entre ellos y yo, que siempre insisto en defender su trabajo y en no entrar a analizar ninguna jugada polémica, me veo en una coyuntura que no me gusta: criticar su corporativismo. Su excesiva falta de humildad en decir a los cuatro vientos que claro que los árbitros se equivocan. Y no pasaría nada. Porque igual que Messi ha fallado algún penalti en su carrera, y nadie le recordará por eso, reconocer un fallo arbitral en un partido sería hasta positivo para ellos. 

Lo de las jugadas grises

En la historia del fútbol se han inventado muchos términos y entre los ‘top’ más ridículos está eso de las jugadas grises. Jugadas en las que nadie se pone de acuerdo puesto que cada cual tiene su interpretación al límite del reglamento. ¡Si eso no pasa nunca! La de Gayà entra -según los árbitros- dentro de esas jugadas que son interpretables. Y por eso no llamaron a Gil Manzano al VAR, que en el campo no vio nada porque estaban Diakhaby y Foulquier delante. Espero, por el bien del fútbol, que esto cambie.