Toda València corre. De verdad. Ayer volvió a demostrarse que lo de la ciudad del running no es solo un gran lema marketiniano. Es la apoteosis del deporte popular, una marea a cualquier hora. Cada cual a su ritmo, lo que pueda. Pero quien se calza las zapatillas, parafraseando el lema futbolero de Anfield, nunca correrá solo.

Da igual la hora, el estado de forma o la distancia. Alumbrada allá por 2010, cuando más necesaria se hacía la revisión del modelo de los antiguos grandes proyectos, es la idea que lo ha metamorfoseado todo. Un punto de inflexión en la historia. Climatología ideal, orografía llana y un circuito natural en el antiguo cauce del río. Son miles los corredores que hacen sus rodajes en ese trazado. Y a fin de cuentas más de 30.000 las personas arrastradas por el Medio Maratón Trinidad Alfonso EDP.

Un chute de salud que, además, también es económico para un sector tan tocado como el de la restauración y la hostelería. Con la prueba reina del maratón, la joya de la corona, todavía será mejor. Máxima rentabilidad para la visión de emular una pequeña Nueva York a las orillas del Mediterráneo. La mansión del atletismo, el único deporte capaz de reunir en la misma prueba a los profesionales que baten una y otra vez el récord del mundo y a los amateur que de lunes a viernes trabajan para el fin de semana madrugar y colgarse un dorsal en el pecho.

Quien no se sienta orgulloso es porque no quiere. En los grupos de wasap no se hablaba de otra cosa que de retos y marcas personales. Es mucho más que una carrera. Una extraordinaria manera de ponernos en el mapa. Así que gracias a todos por haberlo hecho posible. A los grandes responsables y a cualquiera que ponga su grano de arena. Y a por más récords. Caerán los de velocidad y celebraremos sobre todo los de participación.