Las primeras jornadas y ese 10 de 12 nos hicieron perder el foco y es lo más normal del mundo. El Valencia lleva años, desde el despido de Marcelino, buscándose a sí mismo y sigo teniendo pocas dudas de que Bordalás es el hombre adecuado. La plantilla es justita y en una semana con tres partidos el entrenador trato de innovar para sumar hombres a la causa.

El primero de ellos un Diakhaby que rindió en la semana de entrenamientos previa al Camp Nou y que tuvo otro premio. Pero no salió bien. Tampoco lo de Racic. El serbio sigue siendo esa cuenta pendiente y es que en el doble pivote no es un destructor, tampoco un creador, y le cuesta entender el riesgo en según qué acciones. Por otra parte está lo de la delantera. El crédito de Maxi parece estar agotado. Por su nivel y por la comparación con un Marcos André que encuentra soluciones mucho más fácil. Menos mal que quedan Guedes, Soler y Gayà. También Paulista. Y sobre todo Bordalás. Tengo cero dudas de que la solución la tiene el técnico del Valencia, que por mucha mala racha, sabrá reconducir la situación. Y el Villamarín puede estar la clave para confirmar, por primera vez esta temporada ante un equipo de los de la parte alta, que el equipo está para competir. 

Campo rival

El Valencia ha dejado de ser en campo rival lo que fue al principio. Un equipo que mordía más, que generaba más faltas por minuto y que era algo más incómodo que los rivales. Ese ADN Bordalás dejó claro que para pasar por encima del equipo de Mestalla hacía falta mucho más que un momento de inspiración. Sin embargo desde hace mucho se perdió eso. Y no se trata de engordar el tema faltas para ganar en estadística pero no encontrar un causa-efecto sobre el césped, sino de volver a recuperar el rumbo que estaba claro. Y es en el robo en campo contrario donde está la solución para el Valencia.