Opinión

Se tiene que acabar

La propiedad del Valencia CF, que entre la pandemia y que no le dio la gana ha tenido siete años para hacerlo, ganó este jueves 90 días para avalar el final de las obras del estadio

El Nuevo Mestalla

El Nuevo Mestalla / MA. Montesinos

La propiedad del Valencia CF, que entre la pandemia y que no le dio la gana ha tenido siete años para hacerlo, ganó este jueves 90 días para avalar el final de las obras del estadio.

El periodo de gracia se lo debe a Compromís, que dentro de su estrategia paternalista de aflojar la cuerda le ha devuelto tres meses de los cinco años que acababa de negarle con la última resolución de Economía.

Es el último traje a medida para que Meriton no pierda el valor del suelo una vez que este viernes se apruebe el inicio del expediente de resolución de la ATE, un proceso que podría demorarse hasta ocho meses pero que francamente no se consumará porque el dinero de CVC llegará antes.

En una fotografía en la que todos se dan por vencedores y nadie por vencido, con el pacto sobre la bocina se maquilló el choque en el ‘Consellet’ entre los socios del Botànic pero no la realidad de que el PSPV, que solo lo ha hecho con el adelanto electoral desde que gobierna en coalición, habría llegado hasta el final tirando de mayoría con tal de cumplir con el mandato de la Abogacía de la Generalitat que le obligaba a cumplir con la ley a riesgo de incurrir en prevaricación. 

El jaque a Lim está en marcha. Al máximo accionista del club, que sigue perdiendo dinero a espuertas por culpa de su nefasta gestión, no le queda otra que acabar las obras, aunque sea en modo low cost y a regañadientes. Y no porque sea él quien quiera, sino porque Tebas está detrás y le obliga.

Una final

Quedan muchos puntos en juego aunque verdaderamente no tantos si hoy se queda con uno o ninguno. El Levante tiene ante sí una de las primeras grandes finales de la temporada.

Un partido en el que tan importante es puntuar como sumar desde dentro y desde fuera del campo. Para ambas cosas se ha trabajado durante el parón. Por un lado, para que el equipo se ponga en forma física y psicológicamente y que de esa manera adopte por fin una identidad de juego que Javi Pereira aún no le ha dado.

Por el otro, para que el ambiente no sea el de un día a domicilio. Ni lo primero ni lo segundo saldrá perfecto, pero al menos que se vaya a mejor.